Una tentación que sufren muchas personas es calificar a las demás, y a si mismas, por los logros que obtienen o por el resultado de las actividades que realizan. Esto resulta entonces en el esfuerzo denodado de muchas personas por tener “éxito”, realizando con frenesí una suerte de actividades que, no son malas en si mismas, pero que tienden con el tiempo a provocar cansancio, abatimiento, frustración, y sobretodo una profunda insatisfacción.

A vecemos podemos parecer hamster, con mucha actividad, pero sin avanzar a ningún lugar

Pero, ¿a que se debe esto? ¿No se supone que hacer las cosas correctas es bueno? ¿No deberíamos estar alegres de gastar nuestras vidas para Dios? Pues si, realmente es un privilegio servir al Señor, pero el servicio es también un arma de doble filo: puede destruirnos tan ciertamente como puede ser de bendición y honra al Señor.

¿Como algo que es bueno puede causarnos daño? Examinemos el siguiente pasaje:

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13: 1-3)

¿De que estamos hablando?

Pablo nos dice en este pasaje tres cosas fundamentales, pero la base de todos ellos es el “amor”. No cualquier tipo de amor, el amor incondicional que solo se puede recibir de Dios (amor ágape). Aquel que no ha conocido a Dios no puede entender ni vivir este tipo de amor. Miremos lo que Pablo nos dice con respecto a esto:

  • Puedo experimentar cosas sobrenaturales, tener una “vida espiritual” galopante; pero si no tengo amor, no soy mas que “pura bulla”, o sea mucho escandalo pero pocas nueces: nada en realidad, un metal que suena sin armonía, ni compás, algo que nadie puede apreciar, y que no puede ayudar a nadie verdaderamente (1 Corintios 14: 18-19).
  • Puedo tener mucho conocimiento y fe, de tal manera que aun logre cosas que la mayoría no podría; sin embargo, si no tengo amor dice la Biblia que no he logrado nada: nada soy. No he alcanzado ningún tipo de desarrollo, crecimiento, propósito; porque en el caminar con Dios el conocimiento es solo uno de los puntos a aprender, pero no se puede hacer realidad ni aplicar el conocimiento aprendido sin una comunión intima y real con el Señor (1 Pedro 1: 5-8).
  • Puedo aun sacrificarme por los demás, haciendo obras de servicio social, aun puedo entregarme yo en sacrificio; pero si no tengo amor, un amor real por Dios y un anhelo por su voluntad, aún ese sacrificio que para los hombres sería loable y ejemplar, para Dios no sirve de nada (Lucas 16: 15, Isaías 64: 6).

Sin el amor de Dios no somos nada

Entonces, ¿cuales son las implicaciones de este texto?

Bueno, el asunto es sencillo:

  1. De nada me sirve realizar grandes actividades, cosechar grandes logros, alcanzar metas y cumplir mis propósitos y sueños si no amo a Dios con todo mi corazón y alma. Todo se trataría de un intento egoísta por ensalzarme a mi mismo.
  2. De nada me sirve buscar que mi iglesia crezca, tener muchos miembros, ser relevante y moderno si los miembros de mi iglesia no aprenden a amar a Dios por encima de todas las cosas; y eso se demuestra en la obediencia, en la búsqueda de la santidad y en el amor por los demás (evangelismo, misiones, labor social)
  3. De nada me sirve llevar a cabo labor social y ayudar a las personas, si no amo a Dios con todo mi corazón; y por ende, amo a las personas que El ha creado. Si realmente amo a Dios, amaré su Palabra y entonces amaré a las personas, si las amo entiendo que su mayor necesidad no solo es material, sino espiritual en primer lugar.
  4. De nada me sirve prepararme, tener mucho conocimiento y ser reconocido o aprobado entre los hombres si mi corazón realmente no ama a Dios, y por ende no vuelve a la sencillez de la obediencia y se pierde en la complejidad absurda de las excusas. Es fácil decir, criticar y juzgar; pero lo mejor es dejar al Señor el manejo de su Iglesia y nosotros dar lo que tenemos en el lugar donde el Señor nos ha colocado, para la expansión de su reino, la predicación de su Palabra y la gloria de su nombre.
  5. Si mi corazón, y en general todo lo que soy, no apunta hacia el propósito sublime de amar a Dios, y que todo lo que hago no lleva a las personas a amar a Dios, en vez de seguirme a mi o idolatrarme a mi, dice la Palabra que DE NADA ME SIRVE. Todo eso se quemará como estopa el día que estemos delante del Señor (1 Corintios 3: 11-15).

Es bueno esforzarse, disciplinarse, tener carácter, aplicar los principios de la Palabra de Dios; pero recordemos que la Palabra es una persona: Cristo mismo, no hablamos de una receta para ser exitosos, o los diez pasos para que todo nos vaya bien. Hablamos de una relación con el Dios del Universo, y toda relación requiere esfuerzo; pero basado en el amor (Filipenses 3: 7-11).

Hagamonos un analisis sobre nuestras reales motivaciones

Les invito, y yo mismo me incluyo en esto, a hacernos un auto análisis del corazón. ¿Realmente estoy amando a Dios con todo mi ser o solo hago cosas, lo que se supone que un cristiano “debe hacer”, pero sin ningún tipo de sustancia ni motivación real? De eso depende no solo el resultado de lo que hagamos, sino el agrado o decepción de quien debe ser el objeto de nuestra vida, adoración, servicio y todo en general: nuestro Señor.

Amén!