Navegando por la red encontré la otra vez una canción con un coro muy hermoso, que refleja el deseo verdadero de todo creyente para con su Señor. Les invito a escucharlo:
“Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza.
El solamente es mi roca y mi salvación.
Es mi refugio, no resbalaré.
En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio” (Salmos 62:5-7)
Tendrías que ser cristiano para entender lo que entiende, piensa y siente una persona que ha nacido de nuevo: la cual por su fe puesta en la obra perfecta de Cristo en la cruz, ha recibido el perdón de sus pecados, la vida eterna y el Espíritu Santo en su ser. Un creyente realmente es una nueva criatura (2 Corintios 5:17), su naturaleza es diferente, su perspectiva, sus prioridades,sus anhelos, su propósito y su destino es diferente. Ahora esta persona ama a Dios, anhela obedecerle, servirle, conocerle. Su corazón ha cambiado de uno que era de piedra a uno de carne, sensible a la voz de Dios (Ezequiel 36:26), tiene la mente de Cristo (1 Corintios 2:16), ha pasado de muerte a vida (Juan 5:24), ha sido resucitado y sentado en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 2:4-6); y tiene el amor de Dios morando en su interior (Romanos 5:5).
Una persona que ha sufrido tal cambio en la naturaleza intima de su ser (1 Corintios 6:11), es natural y esperable que anhele mas y mas de Dios, de tal suerte que no encuentre gozo verdadero ni paz plena en otra cosa que no sea en la comunión intima con su Señor y Salvador. Un verdadero creyente podrá experimentar penurias, tristezas, angustias, problemas, luchas contra el pecado, etc., pero jamás se conformará con nada menos que conocer y obedecer al Señor. Podrá ser tentado con las innumerables ofertas que este mundo pone sobre la mesa para entretenernos, desviarnos y hacernos creer que la vida consiste en la acumulación de bienes y comodidades; pero la verdad es que no hallara contentamiento ni plenitud en nada menos que en la presencia del Señor mismo.
Miremos lo que exclamaba el salmista:
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmos 73:25)
Este es la norma de todo corazón que ha sido redimido por el Señor: un clamor desde lo profundo de nuestro corazón por mas de Dios: una confianza absoluta en El y una orientación radical a no querer nada que no sea Dios y lo que venga de El. Esto implica apartarse progresivamente del mundo (sus formas, estilos, palabras, costumbres, patrones, etc.) y un acercamiento creciente y fervoroso al Señor. Dicho de otro modo: es imposible que una persona que ha sido redimida pase demasiado tiempo viviendo como antes vivía, hablando las palabras que antes hablaba, deseando lo que antes deseaba. Ahora, un creyente anhela solo una cosa sobre las demás: a Dios mismo. Su corazón rebosa de gratitud y amor por el Señor; y por ello le sirve, busca conocerle en oración y en su Palabra, y es sumiso al Espíritu Santo, a su enseñanza y corrección.
“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila” (Salmos 103: 1-5)
Suena ilógico para alguien que no ha conocido verdaderamente al Señor lo que acabo de mencionar; pero es que tendrías que ser creyente, tendrías que haber tenido un encuentro personal con Jesucristo para que la meta máxima de tu vida sea servirle, de tal manera que orientes toda tu existencia a ese sublime fin. Tendrías que haber nacido de nuevo para tener hambre y sed de la Palabra de Dios, tendrías que haber visto tus pecados a la luz de la santidad de Dios y contemplar la grandeza de su amor y misericordia para estar agradecido con el Señor por el sacrificio de su Hijo amado.
Si no, simplemente amaras tu propia comodidad, estarás intensamente buscando servirte a ti mismo, buscar tu desarrollo personal y vivir de la manera que mejor te parece. Pero justo esa es la receta para perderlo todo (Juan 12 :25)
Amen!