1. Introducción
Una de las más grandes y maravillosas verdades que la Palabra de Dios nos enseña es que, a diferencia de otras religiones, el cristianismo bíblico se basa no en lo que el hombre puede hacer para acercarse a Dios; sino más bien en lo que Dios mismo ha hecho para propiciar tal acercamiento. Sabemos que el hombre está por naturaleza perdido, incapacitado para conocer, entender, obedecer y agradar a Dios; degenerado por el pecado, no puede ni quiere tener comunión con el Señor porque está muerto espiritualmente. Así la humanidad ha vivido desde su creación, ajena a Dios y siguiendo sus propios y errados pensamientos. Sin embargo, Dios se ha revelado a la humanidad en la creación, en su Palabra escrita y en la persona y obra de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, quien se encarnó en un hombre, vivió una vida justa y murió como culpable siendo inocente, cargando la ira de Dios por toda la humanidad, para que podamos ser salvos por medio de Él. Ahora, como creyentes, somos salvos por medio de la gracia de Dios por la fe en Cristo Jesús; sin embargo, muchas veces nos cuesta entender a Dios, su soberanía, su poder, su amor, sus propósitos y todo lo que Dios hace. Esto muchas veces limita nuestra fe y eso es algo de lo cual queremos hablar hoy en esta noche.
Lo que vamos a ver hoy es que Dios, motivado por la compasión por el género humano, muestra su poder a nuestro favor a pesar de la incredulidad humana y es más, usando a hombres limitados, frágiles y falibles como instrumentos suyos. El cumplirá sus propósitos redentores a pesar de la maldad e incredulidad del hombre; más bien, su verdad se alza poderosa a pesar de la incapacidad del hombre para reconocerla y entenderla. Esto no hace sino más evidente la necesidad de la fe salvadora y el ministerio regenerador e iluminador del Espíritu Santo. Para ello, quiero pedirles hermanos que me acompañen en la lectura del Evangelio de Marcos, capítulo 8, versos a al 21:
“En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? Él les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió. Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta. Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle. Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación. Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera. Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?”
2. Dios evidencia su poder a pesar de la incredulidad humana (v. 1-10)
“En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? Él les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió. Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta”
En esta sección vamos a ver como Dios evidencia su poder a favor de los hombres, motivado por su compasión por ellos; a pesar de la incredulidad de ellos mismos. Lo que Dios nos enseña en su Palabra aquí es que el Señor es soberano, compasivo e independiente; el no necesita de nosotros para obrar; es más, a pesar de nosotros mismos el Señor realiza su obra poderosa. Marcos empieza este relato con una frase que, traducida literalmente, diría así: “En aquellos días, otra vez había una gran multitud”. ¿A qué se refiere Marcos? Al usar el adverbio “otra vez/ nuevamente” está detallando que ya había anteriormente pasado una situación similar. Esto es evidente cuando consideramos Marcos, capitulo 6, versos 30 al 44 donde Jesús alimenta a una multitud de cinco mil hombres a partir de cinco panes y dos peces. Definitivamente este es un evento diferente al narrado aquí; pero explica porque Marcos dice “otra vez”. Una vez más, una gran multitud se había agolpado alrededor de Jesús para escuchar sus enseñanzas, dado que el ministerio del Señor siempre estaba marcado por la presencia de grandes multitudes que le seguían, eran sanadas por El y liberadas de demonios.
La compasión de Dios frente al egoísmo humano
Quisiéramos pensar que las intenciones de las multitudes siempre eran sinceras con respecto a su acercamiento a Jesús. Sin embargo, Marcos aclara que el principal problema de estas multitudes era que “no tenían que comer”. Posteriormente, versos más abajo vamos a entender que esto se debía a que la multitud de personas que seguían a Jesús tenían 3 días estando con el sin alimentos en el desierto; pero esta aclaración de Marcos pone en resalte la intensidad del problema y sirve como pie para la respuesta de Jesús y la reacción de sus discípulos.
La reacción de Jesús es inmediata: llama a sus discípulos y les dirige la palabra. El Señor no es ajeno a la necesidad del hombre y su iniciativa se pone de manifiesto aquí en el relato de Marcos. El evangelista está colocando las piezas en el escenario de su relato: hay una multitud que sigue a Jesús, esta multitud está necesitada de alimento. Los discípulos ya han visto una situación parecida anteriormente y vemos a Jesús llamando a sus discípulos para hablarles. Este verso sirve como introducción al drama que se va a presentar porque un milagro va a ocurrir, pero a la vez un desafío, un reto de fe a los discípulos que aún no aprenden, ni entienden, ni recuerdan. Esto no hace más que engrandecer la compasión, el poder y los propósitos de nuestro Dios que obra no por causa del hombre, sino a pesar de él.
El desafío de Dios frente a la incredulidad humana
Jesús llama a sus discípulos y les dice: “Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos”. Marcos usa el verbo σπλαγχνίζομαι (“tengo compasión”, “siento misericordia”) para indicar la reacción de Jesús ante la eventualidad. La razón: hace 3 días que la gente permanece al lado de Jesús, escuchando sus enseñanzas y no han tenido tiempo de ir a comprar algo para comer. Todo lo que habían tenido ya lo habían consumido y Jesús sabe que si los despide sin comer (lit. en ayunas) muchos pueden desmayar en el camino. Marcos añade la frase aclarativa “y algunos habían venido desde lejos”. Es interesante que en el relato paralelo de Mateo 15:32-39 este detalle, que algunos habían venido de lejos, no se menciona. Es notable que Marcos está dando todos los detalles posibles para que se pueda entender la magnitud de la necesidad presente. En esa multitud hay hombres, mujeres y niños y el amor y preocupación del Señor son ciertamente evidentes en el relato de Marcos. Excepto el detalle de la última frase los textos de Mateo 15:32 y Marcos 8:2-3 son casi idénticos, siendo el de Marcos el de mayor detalle como se ve en la sgte imagen:
Lo que detalla Marcos a continuación es un intenso contraste con el amor y la preocupación del Señor. Sus discípulos responden a su discurso con las siguientes palabras: “¿de dónde podrá alguno satisfacer a estos en el desierto?” La frialdad y contundencia de la respuesta de los discípulos contrasta notablemente con el corazón tierno y amable de su Maestro. Como dice William Hendriksen: “Es evidente que Jesús sentía mucha compasión y que también deseaba que sus discípulos participaran de este sentimiento. No se dirige a ellos en este momento porque ignora lo que se debe hacer. ¿Acaso no fue él quien anteriormente se hizo cargo de una situación similar? (véase Mr. 6:30–44)… Lo mínimo que los Doce podían y debían haber hecho era pedirle al Maestro que repitiera lo que antes había realizado, y luego decirle a la multitud que la ayuda estaba cercana. Por el versículo 4 es evidente que fallaron en esto. Y sus discípulos le respondieron, “¿De dónde en esta región desierta podrá alguien conseguir pan suficiente para alimentarlos?”. Esta región del este o sudeste del mar de Galilea era un lugar desolado, un verdadero desierto. La escena en el caso de la alimentación de los cinco mil era algo más favorable, porque allí era posible comprar en las granjas de los alrededores y en las aldeas cercanas (6:36), pero no era esa la situación aquí. Sin Jesús y su poder para realizar milagros, aquella región no tenía valor alguno como fuente para conseguir alimentos. Y aunque parezca extraño, los discípulos no habían tomado en serio la lección que debían haber aprendido. Por eso hablaron de aquel modo, y dijeron que en aquella región desolada sería totalmente imposible encontrar pan, especialmente conseguir tanto como para satisfacer la necesidad de aquella enorme multitud” [1]
Ellos no recordaron lo que hace poco había sucedido en el anterior milagro, ni tampoco pensaron que podían acudir al Señor para la solución de este problema. Ellos estaban centrados en las circunstancias y en las dificultades subyacentes al desafío que el Señor les estaba presentando. Definitivamente no estaban mirando con ojos de fe ni con una mente renovada. En las propias palabras de Jesús y como veremos más adelante “teniendo ojos no veían y oídos no oían, ni entendían”.
El poder de Dios frente a las limitaciones humanas
Es interesante que el Señor Jesús no reprendió a sus discípulos sino que inmediatamente les preguntó cuántos alimentos tenían a la mano. “¿Cuántos panes tienen?” pregunta el Señor, a lo que los discípulos responden “siete”. Ante la incredulidad y falta de entendimiento de ellos, evidenciada en esa pobre respuesta, Jesús obra mostrando el poder de Dios a pesar de la incredulidad de sus propios discípulos. Marcos relata una serie de 7 eventos realizados en este milagro. Los eventos son:
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“Mandó a la multitud sentarse en la tierra”. La LBLA traduce esta frase como “mandó a la multitud que se recostara en el suelo” que era la posición estándar para comer.
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“Tomando los siete panes, dando gracias los partió”. Se denota la acción continua de Jesús en este proceso que empezó con unos pocos panes y terminó alimentando a una multitud completa.
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“Los dio a sus discípulos para que sirvieran”. La idea presentada aquí por Marcos es que Jesús dio gracias, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que ellos repartiesen entre la multitud. A pesar de su incomprensión inicial, el Señor les hace parte de este milagro de multiplicación. Dios es requerido para dar su bendición, el Señor Jesús bendice y da a sus discípulos para que ellos sirvan a la multitud.
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“Sirvieron a la multitud”. Los discípulos, renuentes al inicio a ver una solución a este problema, veían ahora con sus propios ojos como los panes no se acababan sino que seguían sirviendo primero a diez, luego a cien, luego a mil, luego ¡a cuatro mil personas! Realmente tuvo que ser una experiencia de servicio muy impactante para ellos, que les enseñaba que el poder de Dios no tiene límites y que les enseñaba que debían estar preparados para un servicio a gran escala.
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“Tenían unos pocos pescados”. Aquí Marcos se pone a la par de Mateo 15:32 al detallar los peces que hasta ahora había omitido. Estos pequeños peces también fueron tomados en cuenta por Jesús: nada de lo que tengamos por muy pequeño que sea es despreciado por el Señor, sino que en sus manos, todo puede ser usado grandemente.
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“Bendiciéndolos dijo”. Jesús bendijo los peces que tenía en sus manos y se infiere por el contexto que también los dio a sus discípulos.
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“A estos que sirvieran”. Esta frase está unida a la anterior pues la orden de Jesús fue que también sirvan estos pescados. Aquí también ocurrió otro milagro pues estos pequeños y pocos peces sirvieron para alimentar a cuatro mil personas. Jesús les dio un almuerzo clásico de los tiempos bíblicos: pan con pescado, nutritivo y reparador para el largo camino de regreso a sus aldeas.
No podemos dejar de notar que Dios no obra de manera independiente del hombre, sino más bien, a pesar de su incredulidad; pero usando los pocos y limitados recursos de los que ellos disponen y dándoles el privilegio de ser parte del milagro, enseñándoles con ello la motivación correcta (el amor y la compasión), la actitud correcta (la fe que no mira la circunstancias sino a Dios), y la acción correcta (el servicio que recibe de Dios para ministrar al pueblo necesitado).
Marcos continua narrando la conclusión del milagro de Jesús: “comieron y se saciaron”. Las cuatro mil personas fueron alimentadas milagrosamente por el poder de Dios, y “recogieron abundantes pedazos, siete canastas”. La provisión maravillosa de Dios permitió que fueran alimentados muchos con muy poco y aun sobró. También Marcos aquí detalla “y eran como cuatro mil”, refiriéndose obviamente a los que comieron. Aquí Mateo añade una apreciación más: los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres ni los niños, entonces fácilmente hablamos de una multitud mucho mayor. Bueno, sabemos que Mateo estuvo allí en ese milagro, fue testigo presencial así que añadió ciertamente este pequeño detalle pero que es interesante porque engrandece aún más el poder de Cristo. Sabemos que Mateo quiere siempre ensalzar la divinidad de Jesús, mientras que a Marcos le importa más la acción, no tanto los detalles.
Esta sección termina con la frase “y los despidió”. Una vez alimentados, el Señor les deja ir a sus hogares. Aun así, no podemos ignorar que el relato paralelo de Mateo indica que Jesús y sus discípulos partieron para la región de Magdala. La ubicación de esta zona, al igual que la de Dalmanuta, no son conocidas en la actualidad, por lo que solo podemos especular que son nombres sinónimos para una misma zona, o zonas muy aledañas. Lo que nos queda claro es que no hay contradicción en el relato, sino que cada evangelista narró el evento desde su punto de vista y de acuerdo a sus propósitos literarios. Futuros descubrimientos de geografía y arqueología bíblica nos darán más luz sobre este particular.
3. Dios evidencia el cumplimiento de sus propósitos a pesar de la incredulidad humana (v. 11-13)
“Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle. Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación. Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera”
a. El despropósito de la incredulidad humana
Marcos hace un alto en el relato acerca de la alimentación milagrosa de los cuatro mil para mostrar un evento que ocurrió cuando Jesús y sus discípulos desembarcaron en la región de Dalmanuta / Magdala. Mateo y Lucas también registran esta eventualidad aunque lo hacen de manera diferente. Marcos relata que “vinieron los fariseos y empezaron a discutir con él, para buscar de él señal del cielo, tentándole”. Mateo añade “y los saduceos”, que era otro grupo de autoridades religiosas de Israel. Ambos concuerdan que el propósito de estos grupos que se acercaron a Jesús para discutir era “ponerle a prueba” o “tentarle”. Este verbo cuya raíz es πειράζω se encuentra en PAP lo que indica la constancia de estas personas en poner a prueba a Jesús con el objetivo de descalificarle o encontrar alguna falla o palabra que le permitiera a ellos acusarle y vencerle.
Mateo y Lucas añaden un dialogo adicional en el que Jesús les acusa de saber distinguir las señales del cielo pero no saber distinguir las características del tiempo en el que vivían. Esto no es registrado por Marcos; sin embargo queda claro en el mensaje del evangelista la incredulidad y dureza de corazón de los fariseos y saduceos. Como dice el siguiente texto: “Los fariseos le estaban esperando, para pedirle una señal del cielo. La ceguera y desfachatez eran enormes. Ante ellos tenían la mayor de todas las Señales —el mismo Señor Jesús—. Él era verdaderamente una Señal que había venido del cielo, pero ellos no lo apreciaban. Habían oído Sus palabras incomparables, vieron Sus maravillosos milagros, entraron en contacto con un Hombre absolutamente sin pecado —Dios manifestado en carne— ¡y en su ceguera pedían señal del cielo!”[2]
Una vez más, el relato de Marcos hace un contraste entre la persona, carácter y obras del Dios encarnado frente a la limitada visión, incredulidad y dureza de corazón del ser humano; primero de sus discípulos, ahora de las autoridades religiosas de Israel. Quienes eran los indicados para reconocerle y aceptarle, terminaron siendo quienes más encarnizada oposición le ofrecieron.
La respuesta de Jesús queda registrada por Marcos con la frase “Gimió / suspiró profundamente en su espíritu”. Nadie como esa generación había tenido el privilegio de ver y escuchar al Dios hecho hombre; sin embargo le rechazaban y se le oponían. El Señor mismo les diría: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mateo 12:41-42).
El propósito del Dios soberano
Además, Marcos registra que “y les dijo: ¿Por qué esta generación desea señal?”. Claramente no deseaban señal para creer sino más bien para tentarle. Su motivación no era conocer al Señor y arreglar cuentas con El, sino más bien era buscar una forma de acusar a Jesús y sacarlo del camino. Sus motivaciones no eran puras, sus corazones no eran limpios delante del Señor. Su deseo de ver señal no era genuino ni mucho menos agradable al Señor. Por ello, Marcos detalla que Jesús dijo “ciertamente digo a ustedes, si se dará a esta generación señal”. El pasaje paralelo de Mateo capítulo 16 añade que “si no la señal de Jonás” porque “como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40). Aunque el mismo Jesús era el pan que había descendido del cielo y era la señal clara e inequívoca de la presencia y obrar de Dios entre los hombres, ellos no creían. Aun así, a pesar de su incredulidad, Dios mismo les daría una señal definitiva con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, una señal que nadie podría negar ni contradecir. Esto lo haría Dios no para satisfacer la curiosidad morbosa de los fariseos y saduceos, o para cumplir sus caprichos, sino porque ese era el propósito de Dios: entregar a su Único Hijo por la salvación de la humanidad perdida y levantarle de los muertos para hacerle Señor sobre todas y así reunir todas las cosas y redimirlas en Cristo Jesús. El propósito del Dios soberano se cumplirá a pesar de la incredulidad del hombre.
Por ultimo Marcos narra que “y dejándolos, se embarcó otra vez y se fue al otro lado”, lo que quiere decir que Jesús se alejó de sus opositores, yendo a otro lado para continuar su ministerio con las multitudes y con sus discípulos, quienes aun debían aprender las verdades espirituales que subyacían a todo lo que estaba sucediendo ante sus propios ojos. Los fariseos y saduceos, incrédulos y duros de corazón quedan abandonados al destino que ellos mismos han elegido al rechazar consistentemente al Único que les podía salvar de la condenación del pecado y de la muerte eterna.
4. Dios evidencia su verdad a pesar de la incredulidad humana (v. 14-21)
“Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?”
La verdad de Dios contra la incredulidad y la inmoralidad
Aquí Marcos vuelve al relato del viaje de Jesús y sus discípulos en la barca. Se nos detalla que “habían olvidado traer pan”. El contexto nos indica que se refiere a los discípulos. También Marcos añade que “solo tenían un pan con ellos en la barca”. Marcos una vez más presenta un cuadro parecido al principio de este capítulo: no hay pan, solo uno solo, una necesidad aparente física; pero hay una necesidad mayor. Con las multitudes, el Señor mostraba compasión y satisfacía sus necesidades naturales; con los discípulos el Señor iba un poco más allá, confrontándoles con sus necesidades más internas.
Marcos inmediatamente nos dice que “dijo a ellos: Miren, tengan cuidado de la levadura de los fariseos y la levadura de Herodes”. Mateo no menciona a la levadura de Herodes, sino que menciona que los discípulos deben tener cuidado de la levadura de los fariseos “y los saduceos”. A este respecto, William Hendriksen dice: “Según Mateo 16:1, los saduceos se habían aliado con los fariseos en el perverso intento de desprestigiar a Jesús. Mateo no menciona a Herodes. Por su parte, Marcos omite toda referencia a los saduceos, pero relaciona “la levadura de los fariseos” con “la levadura de Herodes”. Puesto que había una estrecha relación entre herodianos y saduceos, no hay contradicción entre los dos relatos. Los saduceos eran el partido sacerdotal, partido al cual pertenecían los sumos sacerdotes, etc. La oligarquía sacerdotal, para su misma existencia y continuidad, dependía del favor de Herodes. Pero había una relación aún más cercana. Aunque los saduceos hacían alarde de que se aferraban a la ley de Dios, no se oponían en nada a la extensión del helenismo. Como rechazaban tanto la resurrección del cuerpo como la inmortalidad del alma, sus intereses estaban centrados sólo en el mundo presente. Eran “mundanos” y en este sentido se semejaban a Herodes y sus amigos. Los fariseos enseñaban el tradicionalismo (Mr. 7:4, 8). Herodes y sus seguidores, los herodianos, el secularismo (Mr. 6:17ss). Los saduceos, el escepticismo (Mr. 12:18; cf. Hch. 23:8). Había entre ellos, por supuesto, muchos puntos de coincidencia. En cierto sentido, el secularismo era la marca de los tres”[3]
En resumen, lo que vemos es que Marcos relata la sobria advertencia que Jesús hace a sus discípulos acerca del cuidado que deben tener de la levadura de los fariseos (incredulidad) como la levadura de Herodes/saduceos (inmoralidad). Estos pecados serian serias trabas para el crecimiento espiritual, entendimiento espiritual y desarrollo de la fe de los apóstoles del Señor y de cualquier creyente en la historia de la Iglesia.
Una vez más, la respuesta de los discípulos grafica su pobre entendimiento de las verdades espirituales que Jesús constantemente les estaba enseñando: “discutían entre sí que no tenían panes”. ¡No entendieron absolutamente nada de lo que Jesús les estaba queriendo enseñar! El pasaje paralelo de Mateo dice al respecto: “ellos pensaban dentro de sí: nos dice esto porque no trajimos pan”. Marcos destaca la discusión que tuvieron los discípulos entre sí, mientras que Mateo resalta el proceso mental que tuvieron los discípulos dentro de sí mismos antes de pasar a la discusión. Más allá de esto, lo que Marcos y Mateo recalcan es el pobre entendimiento de los discípulos y su incapacidad para reconocer las verdades espirituales. Jesús resalta la condición espiritual de sus discípulos a través de 9 preguntas que aluden a la mente, el entendimiento, el corazón, la visión, el oído, la capacidad de recordar y la capacidad de entender las verdades espirituales. Más allá de la condición de los discípulos y del concepto que ellos mismos podían tener sobre ellos, la verdad de Dios se va a manifestar aun en medio de la incredulidad de los discípulos del Señor.
La verdad de Dios revela la condición del hombre
Vamos a analizar entonces las 9 preguntas con las cuales el Señor Jesús va a confrontar a sus discípulos para que puedan comprender su situación espiritual.
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“¿Por qué discuten que no tienen pan?”. Esta pregunta alude a los actos de los discípulos, acciones pecaminosas que provienen de un mal entendimiento de las verdades espirituales.
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“¿Aún no comprenden ni entienden?”. Esta pregunta alude a la mente de los discípulos, embotada, cegada e incapacitada para comprender las verdades espirituales de Dios. Aunque a sus ojos el Señor enseñaba y hacia muchas cosas con profundas lecciones espirituales, ellos no podían verlas ni entenderlas. Necesitaban desesperadamente el obrar de Dios, su capacidad y su Espíritu Santo para poder entender.
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“Endurecido tienen el corazón de ustedes”. Esta pregunta alude al corazón de los discípulos, corazón que aún no había sido regenerado y por lo tanto aún estaba endurecido por el pecado. Hacía falta el obrar sobrenatural de Dios para poder convertir ese corazón de piedra en uno de carne, sensible a Dios y a su verdad.
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“¿Teniendo ojos no ven?”. Esta pregunta no alude al sentido físico de la vista, sino a la capacidad de “ver”, de observar y contemplar las realidades de la vida espiritual. Los discípulos podían ver las circunstancias que les rodeaban; pero no eran capaces de ver quien era Jesús realmente, lo que enseñaba, lo que podía hacer y el papel de ellos dentro de la voluntad y el propósito de Dios.
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“¿Teniendo oídos, no oyen?”. Esta pregunta, al igual que la anterior, no alude al sentido físico del oído, sino a la capacidad de prestar atención, oír y entender las Palabras de Dios. Los discípulos oían las enseñanzas de Jesús pero no las podían entender porque aun el ministerio iluminador del Espíritu Santo no estaba obrando en ellos.
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“¿No recuerdan cuando partí los cinco panes entre los cinco mil?”. Esta pregunta alude también a la mente de los discípulos, pero específicamente a su capacidad para recordar los eventos que habían vivido al lado de su Maestro. Hace poco habían visto a Jesús obrar milagrosamente alimentando a una multitud; pero cuando se enfrentaron a una situación semejante volvieron a desesperarse viendo las circunstancias antes que al Señor. No recordaban, su mente seguía cerrada y cegada a la verdad de Dios.
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“¿Cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos le dijeron: Doce”. Esta pregunta les llevaría a reconocer lo que Dios había hecho: había alimentado a una multitud y aun había sobrado abundante comida a partir de los recursos pequeños que los discípulos tenían. Ellos reconocieron que Dios obró, que Él no tiene limitaciones de recursos, poder, sabiduría u otros.
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“Y cuándo partí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos le dijeron: Siete”. Esta pregunta es muy parecida a la anterior, solo que se refería al milagro que acababa de suceder. Ellos reconocieron que, al igual que la vez anterior, Dios había obrado aun a pesar de las limitaciones humanas y lo había hecho de tal manera que había alimentado a la multitud y también había sobrado abundante comida. Ellos debían reconocer que Dios sigue siendo el mismo: había obrado antes, lo hizo nuevamente. Él es fiel y su amor, soberanía y amor por el ser humano se evidencia a pesar de la dureza de corazón y la incredulidad del hombre.
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“Y les dijo: ¿Aún no entendéis?”. Esta pregunta viene a modo de conclusión: a pesar de todo lo que Dios había hecho, a pesar de las preguntas, diseñadas por el Señor para que los discípulos reflexionaran y cayeran en cuenta de su dureza de corazón, aun a pesar de ello los discípulos aun no entendían. Las multitudes tenían necesidad de comida física; los discípulos tenían necesidad de ser iluminados por el Espíritu Santo y capacitados para comprender las realidades espirituales de Dios.
La verdad de Dios y la necesidad del Espíritu Santo
Este fragmento termina así con las preguntas de Jesús a sus discípulos, preguntas a las que Marcos no registra respuesta, ni tampoco el relato paralelo de Mateo. Como dice la Palabra de Dios: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie” (1 Corintios 2:14-15). La incapacidad de los discípulos de poder entender las verdades espirituales se debía a que el Espíritu Santo aún no había venido sobre ellos; por ende carecían aun del ministerio iluminador de la tercera persona de la Trinidad. Una vez vemos una necesidad, vemos ahora la iniciativa de Dios de mostrar su verdad acerca del hombre sin Dios: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:9-18).
5. Aplicaciones
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Este relato maravilloso de Marcos nos lleva a comprender un poco más la soberanía de Dios, su amor por la humanidad, sus propósitos divinos que Él se ha propuesto en sí mismo y su verdad, la cual se alza poderosa en medio de la humanidad y su desvarío.
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Dios, nuestro Señor, muestra su poder a favor de la humanidad aun en medio de la incredulidad humana. El cumplirá su propósito aun a pesar de la enemistad e incredulidad del hombre separado de Dios; y establece su verdad, la cual se alza sobre toda la incredulidad y la mentira del hombre que no entiende las verdades espirituales.
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El creyente necesita aprender a confiar en el poder de Dios que obra a su favor, necesita aprender a aceptar los propósitos de Dios y necesita aprender a creer y obedecer la verdad de Dios establecida en su Palabra.
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El creyente necesita el ministerio iluminador del Espíritu Santo, quien le guía y dirige a la verdad, dándole dirección y sabiduría para comprender las verdades espirituales de la Palabra de Dios.
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El hombre natural necesita el evangelio del Señor Jesucristo y el ministerio del Espíritu Santo quien le redarguye de pecado, justicia y juicio, regenerándole y dándole nueva vida espiritual.