Amados hermanos, una de las luchas que los creyentes enfrentamos es la depresión, el desánimo, el desaliento, producto de diversas crisis que enfrentamos, enfermedades, tribulaciones de diversa índole que afectan nuestra vida. Puede deberse a problemas de salud, problemas financieros, problemas sentimentales, de trabajo, en la familia, expectativas no cumplidas, metas no logradas, sueños no alcanzados, fracaso en algún área de la vida, lo cierto es que cuando estas cosas se presentan muy fácilmente podemos caer en tristeza, angustia, depresión, dolor que nos lleva a detenernos, a sentarnos y caer en la auto conmiseración, en la ansiedad, la angustia y quedarnos estancados en el camino de la vida. Aun los grandes personajes de la Biblia experimentaron depresión en algún momento de sus vidas tales como Moisés, Elías, Job, David, Jeremías, Pedro, etc. Y realmente todo creyente que tenga algo de tiempo en el camino del Señor ya se ha enfrentado, se está enfrentando o se enfrentara a esta lucha espiritual. El asunto es ¿cómo salimos de ello? ¿Cómo logramos la victoria de la depresión espiritual? Hay libros muy buenos acerca de ello, tales como «La depresión espiritual» de Martin Lloyd-Jones y otros más; pero en esta oportunidad queremos mirar la Palabra de Dios para ver que podemos ver en el consejo de Dios acerca de este importante tema.

La Palabra del Señor nos enseña en los salmos 42 y 43 vistos como una unidad que la depresión espiritual es una lucha que tenemos todos los hijos de Dios debido a aspectos personales y a tribulaciones externas que enfrentamos todos los días de nuestra vida, que nos abaten, nos deprimen, nos entristecen; pero que podemos vencer acercándonos a Dios en oración, cantando a Dios, recordando quien es El; porque él es el Dios vivo, nuestro Señor, nuestra Roca y Fortaleza y nuestro Supremo gozo; por ello podemos obtener victoria en la depresión espiritual.

Para entender esto, por favor leamos juntos el salmo 42 y el 43:

«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.

Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.

Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo. Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo? Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío«

1. Recuerda al Dios que obra en tu vida y espera en El (v. 42:1-5)

«Al músico principal. Masquil de los hijos de Coré. Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?  Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío«

Este salmo y el 43 forman una unidad en la que se habla, se instruye acerca de la tristeza y depresión y como poder vencerla con la verdad de Dios. Este hecho, como todos los salmos, a forma de un poema o canto que podemos recitar en la noche y que apela a nuestras emociones y trata con ellas con la Palabra de Dios. El Señor no ignora que tenemos emociones y estamos sujetos a este tipo de pruebas. La figura en esta primera sección es el conflicto interno, el alma del salmista suspira por Dios, se derrama dentro de sí, se abate y se turba. Hay adicionalmente 2 preguntas que el salmista se hace: ¿cuándo vendré y me presentare delante de Dios? y ¿porque te abates alma mía y te turbas dentro de mí? Esta una sección muy intensa, hay lágrimas, hay un clamor, una desesperación que es comparable a la de un ciervo salvaje que busca desesperadamente las corrientes de agua para beber y saciar su sed. Hay también una lucha externa, hay personas que si bien es cierto no aparecen violentas, si preguntan ¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué estas así? ¿No eres creyente, por qué Dios no te sana, por qué no te bendice, por qué no responde tu oración? Este choque entre lo que oramos y deseamos y la realidad a veces es muy duro y causa una grave crisis en nuestro interior. Veamos con más detalle este punto:

1. Desesperación producto del desajuste

El alma del salmista suspira desesperadamente por Dios, anhela ver al Señor, presentarse delante de Él y poder exponer su causa y el motivo de su tristeza. Esta desesperación se compara a la de un animal salvaje que debe encontrar una fuente de agua para poder beber y reponer fuerzas o morir en el intento. No solo se cuestiona el salmista acerca de cuándo podrá presentarse delante de Dios y ser oído sino que llora, llora día y noche porque hay un desajuste en su vivencia: El ora, anhela alguna situación pero Dios o no responde o permite que pase exactamente lo contrario, y otros lo ven, se dan cuenta de ello e intencionalmente o con inocencia preguntan: ¿Dónde está tu Dios? ¿Es real o no? ¿Tu oración es efectiva o no? ¿No estarás en pecado? ¿Por qué Dios no responde tu clamor? ¿Es que acaso Él no es bueno? Hermano, ¿sabes de lo que hablo cierto? ¿Cuantos de nosotros no hemos pasado noches en vela orando por la salvación de un familiar, hemos llorado delante del Señor para que esa persona sea salva; sin embargo, cada día parece estar más endurecido(a)? Muchos hemos orado al Señor para ser bendecidos en alguna área de la vida, pero de pronto no solo el Señor no responde sino que sucede exactamente lo contrario. Hay jóvenes que realmente están haciendo las cosas bien, están orando, están viviendo en santidad, están conociendo señoritas pero aún no hay respuesta y pasan los años y la gente se pregunta, se cuestiona, critica, murmura. Tal vez a un varón eso no le importa mucho pero una señorita tiene un corazón delicado y es herida. O tal vez tiene que ver con las finanzas, o con la familia, o con la salud, oramos para que el Señor nos sane de alguna enfermedad y pasan los años y no sanamos, sino más bien vamos empeorando, hermanos yo sé de lo que les hablo cuando digo esto, y nos desanimamos. O tal vez anhelas algo en el ministerio pero cada vez lo ves más lejos, más difícil, entonces nos abatimos. El salmista esta abatido, deprimido y la palabra depresión aunque el mundo la considera una enfermedad, realmente es producto de pecado en nuestros corazones, pecado de incredulidad, de dureza de corazón, de no poder entender o comprender a Dios plenamente y eso es algo con lo que todos tendremos que luchar todos los días de nuestra vida; pero mientras estemos en esa situación hay perdida de interés, baja auto estima, abatimiento, encogimiento, desinterés, etc.

2. Recuerda al Dios que obra en tu vida

¿Qué hace el salmista? Dice la Escritura «Me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí«. ¿De qué se acuerda? De cómo él iba con la multitud, guiándola hasta la casa de Dios, con voz de alegría, con regocijo, con acción de gracias, en una actitud de celebración, de fiesta, de alabanza por lo que Dios había hecho, por lo que Dios era. Ah, hermanos, todos hemos tenido esos momentos ¿cierto? Momentos en los cuales Dios nos usó poderosamente, momentos en los que orábamos fervientemente, en los que servíamos con todo nuestro ser y le creíamos a Dios con todo nuestro corazón. Momentos preciosos que perduraran para siempre en nuestros corazones y mentes pero la idea es que ellos deben ser la constante en nuestras vidas, no solo un lejano recuerdo, pero para una persona que está deprimida espiritualmente, esto es un recuerdo nada más. Esta persona ya se ha detenido en el camino de la fe, ha dejado de orar, ha dejado de clamar, ha dejado de servir, ha bajado los brazos. Muchos espiritualoides dirán «ah es que el hermano está en pecado, hay que orar más», pero no hablo a ellos, hablo a los creyentes honestos, que aman a Dios, pero que sufren, que se deprimen, se abaten, se cansan y de pronto ceden a la tristeza y dejan de moverse. El salmista empieza a recordar como Dios lo usaba en el pasado, como Dios obraba y recordar es bueno hermanos porque nos ayuda a analizar en qué lugar caímos, en qué lugar dejamos que el gozo de Dios se vaya de nuestro corazón. La Palabra de Dios nos exhorta: «Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido» (Apocalipsis 2:1-5)

3. Espera en El

Al recordar lo que Dios ha hecho en nosotros, la conclusión a la que debemos llegar es «Dios ha obrado y seguirá haciéndolo». Pablo decía: «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6). El salmista le predica a su propia alma: ¿Por qué te abates alma mía y te turbas dentro de mí? ¿No sabes que el que empezó en ti la buena obra la perfeccionará? ¿No sabes que el que tiene en sus manos no te soltará? ¿No sabes que nada ni nadie te apartará del amor de Dios? Qué bueno es predicarle a nuestra propia alma hermanos, porque muchas veces la más sedienta y necesitada alma a la que tenemos que ministrar es a nuestra propia alma. Estamos tan ocupados en las cosas de este mundo y también en las cosas del ministerio que no nos damos cuenta que nosotros mismos necesitamos ser aconsejados, ministrados, exhortados, consolados, edificados. El salmista dice también a su alma: Alma, espera en Dios, porque aun has de alabarle otra vez, aun no es el último capítulo de tu vida, hay aún más cosas que Dios debe perfeccionar en nuestra vida, aún hay más personas a las que tenemos que llegar, aún hay más cosas que debemos hacer, aun Dios no ha terminado contigo. La RV1960 dice: «Espera en Dios porque aun he de alabarle, salvación mía y Dios mío«; sin embargo la LBLA traduce «Espera en Dios pues he de alabarle otra vez, por la salvación de su presencia«. El punto es que la crisis, la depresión, la tristeza no es el episodio final de nuestras vidas, aun Dios tiene que obrar en nosotros y a través de nosotros, de tal manera que nuestras vidas deben terminar no en una nota baja, monocorde, triste, sino en una sinfonía de alabanza, un himno glorioso de adoración al Señor por su salvación, por su poder, por lo que ha hecho y hará en nosotros. Yo no veo a Pablo, a Pedro, a ninguno de los siervos del Señor terminando sus vidas tristes, apagados, deprimidos, los veo débiles físicamente pero poderosos espiritualmente, envejecidos pero llenos de sabiduría, gozo y paz, aun aprisionados algunos pero llenos de alegría, del Espíritu Santo y de poder; porque así es como Dios quiere terminar nuestras vidas hermanos. Espera en Dios porque la crisis va a pasar, la enfermedad va a pasar y si no pasa aquí en esta tierra, te prometo que va a pasar en su presencia, la crisis va a pasar, este mundo y sus tribulaciones no son permanentes, la Palabra de Dios vive y permanece para siempre.

Recordar las primeras cosas y volver al primer amor

2. Ora al Dios que te sostiene y espera en El (v. 42:6-11)

«Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío«

En esta segunda sección, vemos como muchas veces hay recaídas o crisis más grandes después de las primeras. A veces pasa en la vida hermanos que después de una prueba difícil, pensamos que viene el descanso pero no, vienen aun pruebas peores y pensamos “¿Hasta cuándo Señor?». Una tras otra nos golpean, nos abaten, nos entristecen al punto de decir como el salmista: «Dios mío, mi alma esta abatida (lit. deprimida) en mi«. Pero el salmista ya aprendió y ahora va a presentar lucha con más intensidad, pero la oposición también se va a intensificar. Sin embargo, podrá obtener la victoria siguiendo los pasos que vamos a detallar a continuación:

1. Persiste en recordar

Después de esta segunda prueba más difícil, de esta tristeza y abatimiento mayor, el salmista dice «me acordare por tanto de ti«. Aquí la palabra recordar no solo hace referencia a un acto mental de traer a la memoria las cosas vividas en el pasado sino que tiene un sentido relacionado a la oración. Por ello, el salmista hace una hermosa descripción de la oración, de su poder y de su alcance. Él dice: Me acordare desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas. ¡Que hermosa descripción de la oración que recuerda quien es Dios! No importa donde estemos, en qué lugar nos encontremos, cual sea la situación que estemos enfrentando, podemos elevar una oración al Señor. Desde el abismo de nuestros problemas podemos clamar al gran abismo que para nosotros es el Señor pero que realmente está muy cercano a nosotros, tan cerca como una oración. Es lo que mejor que podemos hacer, recordar y orar, confiando en que aunque no sintamos absolutamente nada, Él nos oye, y escucha nuestro clamor y oración cuando derramamos nuestro corazón delante de Él.

2. Ora al Señor que te sostiene

Continua diciendo el salmista: «De día mandara el Señor su misericordia y de noche su cantico estará conmigo; elevare una oración al Dios de mi vida«. El Señor nuestro Dios responde hermanos, aunque no siempre lo hace de la manera en la que nosotros esperamos, pero Dios responde la oración de sus hijos que a Él claman. Envía su misericordia para sostenernos y su cantico nos acompaña. ¿Cuál es ese cantico del Señor? Bueno, el profeta Sofonías dice: «Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. Jehová ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; Jehová es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal. En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No temas; Sion, no se debiliten tus manos. Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos» (Sofonías 3:14-17). Si hay algo que debe quedar claro aquí es que Dios nos ama hermanos. Dios te ama, calla de amor por ti, se regocija sobre ti con canticos. Pero podemos decir, «¿Cómo puede Dios regocijarse, mira cómo vivo?». Hermano amado, Dios no ve las cosas como tú y yo las vemos. El no ve solo tu presente, El ve todo el panorama completo. Tú lloras hoy, pero reirás mañana, tu eres débil y triste hoy, pero si permaneces en Dios, orando y sirviendo al Señor, serás poderoso mañana. El ve su obra culminada en ti, obra que a Él le da la gloria. Nosotros debemos orar como dice el salmista: «elevare una oración al Dios de mi vida. A Dios mi roca diré: ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué ando sombrío por la opresión del enemigo? Como quien quebranta mis huesos, mis adversarios me afrentan mientras me dicen todo el día: ¿Dónde está tu Dios?«. La gente seguirá importunando, haciendo preguntas, cuestionándose, burlándose, criticando. Hermano, te criticaran si tienes pareja, sino tienes pareja, si tienes hijos, si aún no tienes hijos, si tienes dinero, si no lo tienes, si sirves mucho te dirán activista, si sirves poco te dirán relajado, la gente siempre se cuestionará y a veces sus palabras son duras, quebrantan nuestros huesos, son afrentosas, dolorosas, pero el salmista está orando al Dios que es su roca, que le fortalece, sabiendo que Dios nos ama, nos ama tanto que El no dejara de obrar pero no en nuestros tiempos ni en nuestras  maneras, sino en las de Él.

3. Espera en El

Por ello, el salmista vuelve a predicarle y recordarle a su alma: «¿Por qué te abates oh alma mía y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque he de alabarle otra vez«. La RV1960 aquí traduce nuevamente «salvación mía y Dios mío», mientras que la LBLA aclara un poco más y traduce: «Él es la salvación de mi ser y mi Dios«. Sigue esperando a Dios porque es bueno confiar y esperar en El: «Tú eres mi lámpara, oh Jehová; Mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan» (2 Samuel 22:29-31). También se dice: «Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré» (Salmos 62:5-6). Sigamos esperando hermanos, aunque la gente alrededor  murmure, aunque las circunstancias no cambien, aunque la crisis persista, ora porque Dios es quien te sostiene de su mano derecha y te dice: «No temas, yo te ayudo». Sigamos esperando a Dios y en El, orando, persistiendo y recordando todo lo que Él ha hecho y aun persistiendo en no desmayar ni detenernos.

Orar a Dios cambia nuestra perspectiva de las cosas

3. Alaba al Dios que es tu gozo y espera en El (v. 43:1-5)

«Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo. Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo? Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío«

En esta última sección, el salmista eleva un clamor al Señor por defensa porque la oposición es grande, porque hay hombres malvados que se oponen. Esto le lleva a clamar aún más y presentarse delante del Señor que es lo que deseaba al inicio y poder alabar y descubrir que Dios es fuente de supremo gozo y solución a todos los problemas y crisis que el cristiano pueda enfrentar. La victoria sobre la depresión espiritual esta en Dios mismo, en El, en su persona, porque en su presencia hay plenitud de gozo. Para ello, veamos los siguientes pasos que tomó el salmista:

1. Pide socorro al Señor

El salmista pide auxilio al Señor y justicia sobre el hombre engañoso, impío y malvado que se opone a él. Dado que Dios es quien le sostiene y es su fortaleza, el debería sentirse animado por esta verdad pero aun vemos lucha en el corazón de este hombre. Él se pregunta: He recordado a Dios, he orado al Señor pero aún hay crisis, aún hay tribulación, aún hay oposición, aun los problemas no se van, aún seguimos luchando y me siento solo. ¿Por qué Señor me has desechado? ¿Por qué debo andar deprimido, sombrío, abatido y enlutado por la opresión del enemigo? ¿Cuándo podré empezar a caminar en victoria? ¿Cuándo podré ver la respuesta a mi oración? ¿Cuándo podre experimentar el resultado de mi clamor? Hermanos, estas son preguntas validas que todos nos hemos hecho en alguna ocasión sobre todo cuando la prueba del tiempo nos hace dudar del resultado de nuestra oración, del carácter de Dios y de cuanto nos ama realmente y nos guarda. Y es que aquí vemos que el salmista aún no ha entendido la respuesta al problema de como vencer la depresión, la tristeza, la angustia, la ansiedad y todas estas cosas. El aún sigue mirando las circunstancias que le rodean y se mide y ve las cosas en función de ellas, no de Dios mismo. Sin embargo, no está mal pedir socorro al Señor, ser honestos con El y declararle como nos sentimos, que estamos pensando, abrirle nuestro corazón al Señor y derramar nuestra alma delante de Él.

2. Alaba al Dios que es tu gozo

El salmista continua orando y clama al Señor ya no dudando de su carácter, amor o cuidado, sino yendo un poco más allá: «Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío». Aquí hay algo maravilloso, el salmista clama por la luz y la verdad de Dios para que estas le conduzcan a la presencia misma de Dios, a su altar. Aquí vemos una clara referencia a nuestro Señor Jesucristo, la luz del mundo, y a su bendita Palabra, su verdad, quienes nos llevan a la salvación que es en Cristo Jesús y a la presencia del Dios bendito que nos ama tanto que no escatimo ni a su propio hijo, sino que le entregó por nuestros pecados para morir y salvarnos de la condenación del infierno que todos merecemos. Si hemos creído en la obra salvadora de Cristo Jesús en la cruz del calvario y nos hemos arrepentido de nuestros pecados y hemos confesado su nombre como Señor y Salvador personal, tenemos acceso a la presencia de Dios por la fe, como la menciona aquí el salmista: El altar de Dios, al Dios de mi alegría y mi gozo. La LBLA traduce: «Entonces llegare al altar de Dios, a Dios, mi supremo gozo«. Hermanos, aquí está el detalle, aquí está el secreto de la victoria en la vida cristiana: Dios es nuestro supremo gozo, Él es nuestra alegría, Él es nuestra victoria, Él es nuestra fortaleza, Él es quien nos llena de paz y alegría. La solución a la depresión no está en que cambien las circunstancias que nos rodean, sino que cambie nuestra perspectiva y a quien miramos. Si miramos a Dios, si ponemos fija nuestra mirada en El, encontraremos que no necesitamos nada más que a Él para ser plenos, todo lo demás son accesorios en nuestra vida. Realmente no los necesitamos, solo necesitamos beber del Dios vivo, del Dios todo poderoso, del Dios del gozo y de la paz. ¡Aleluya! ¿Qué más dice el salmista? «Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío«. Claro, es la respuesta natural, si la depresión cerro tu boca para no hablar de Dios, para no cantar, para no alegrarte, ahora, en la presencia de Dios, entendiendo y reconociendo que Dios es nuestro supremo, mayor y más grande gozo, la respuesta natural es alabarle, cantarle salmos a su nombre, glorificarle, exaltarle, alegrarnos en El, levantar nuestras manos, gozarnos porque Él es nuestra fortaleza y nuestro gozo. Él nos redimió de la maldición del pecado, Él nos dio su Espíritu Santo, su amor, su paz, su palabra, su perdón, su redención, Él nos restaura, Él nos ama, nos sostiene de su mano derecha, Él vive y mora en nosotros, Él nos guarda, ¿Cómo no alabarle? ¿Los problemas son tan grandes que cierren tu boca para no alabar al Señor? No, con mayor razón debes alabar al Señor nuestro Dios.

3. Espera en El

El salmista termina estos preciosos salmos diciéndole una vez más a su propia alma: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío«. Sigue esperando en Dios, espera en Dios mientras te acuerdas lo que El hecho en ti, mientras oras y mientras le alabas. Puedes seguir teniendo problemas, crisis, sigues soltero, sigues sin dinero, sigues enfermo, la gente sigue hablando, pero no dejes de recordar, no dejes de orar, no dejes de alabar, no dejes de moverte, sigue sirviendo, sigue esforzándote, no bajes los brazos que la victoria no está en que las circunstancias cambien, sino en que tu corazón y tu mirada cambien. Cuando miramos a Él, lo demás deja de tener tanta importancia hermanos, porque Él nos llena de gozo. Aun has de alabarle, aun tienes que servirle, aún hay caminos que debes recorrer, aún hay almas a las que debes predicarles del Señor, aún hay muchas cosas que Dios quiere hacer en tu vida y a través de ti. No te rindas, no desmayes, no bajes los brazos.

Alaba a Dios por lo que ha hecho y por lo que El es

Conclusiones

Estos dos maravillosos salmos son un maravilloso himno a la victoria que encontramos solo en Dios, cuando entendemos que Él es el Dios vivo, el Dios que es nuestra roca, que nos sostiene, nuestra fortaleza, el Dios de nuestra vida, nuestro Señor, nuestro supremo y mayor gozo y nuestro Dios. El, solo Él es la fuente de todo lo que necesitamos en esta vida y fuera de Él hermanos nada debemos desear. Él es nuestra salvación, Él ha empezado la buena obra y pase lo que pase El la perfeccionará, nadie le detendrá de su propósito que es madurarte y llevarte a la semejanza a Cristo Jesús para que su nombre sea glorificado en medio de tu vida y aun a pesar de tus circunstancias y tribulaciones. Hoy no te he venido a decir que los problemas se acabaran mágicamente o como algunos necios dicen: «Lo mejor está por venir». No, lo que he venido a decirte es que probablemente los problemas van a seguir y si terminan estos, luego vendrán otros porque imposible es que no vengan aflicciones en este mundo, pero el Señor Jesús nos dijo: «Confiad, yo he vencido al mundo«. Pongamos nuestra mirada en Dios, Él es la fuente de nuestro gozo y de todo lo que necesitamos y encontraremos victoria sobre la depresión, la tristeza, la ansiedad, el dolor y la angustia.

Oremos al Señor.

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