Queridos hermanos y amigos:
Si eres un verdadero hijo o hija de Dios alguna vez has experimentado o experimentarás decaer en tu ánimo y dar pasos para alejarte de tu Señor. Para muchos de nosotros no es extraño esos días en el que el corazón parece de piedra, las oraciones no pasan de simples balbuceos incoherentes y el fuego y fervor por la alabanza, la casa de Dios y el servicio parecen haber quedado relegados en el olvido. Quedan en el recuerdo solamente los días en que decíamos “Yo me alegre con los que me decían: a la casa del Señor iremos” (Salmo 122:1). Todos hemos pasado por esa etapa de la vida y muchos se han quedado allí, en el laberinto de la auto conmiseración, de la decepción, de la tristeza y el abandono.
Pero si eres un verdadero hijo o hija de Dios sabes que no hay lugar a donde puedes ir lejos de tu Señor y que las pruebas son la mejor oportunidad para refugiarte bajo la sombra de sus alas. Cristo retó a sus discípulos a dejarle y la respuesta de Pedro, no hace mas que representar lo que hay en el corazón de todo verdadero hijo del Señor:
«Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente»
(Juan 6:66-68)
Sea cual sea la razón de que te haya llevado a esa estación de la vida (pecado cometido y no confesado, abandono de las disciplinas espirituales, ser herido por una persona respetada, algún traspiés económico, alguna decepción amorosa, temas de salud, etc). hoy quiero animarte a que alces la mirada y recuerdes que tu Padre en el cielo sabe que situación te metió en esta condición, sabe lo que hay en tu corazón en este momento, sabe como sacarte de este pozo de la desesperación, y sabe lo que puedes llegar a ser si regresas a sus brazos amorosos. El no ha dejado de ser Dios. Déjame darte una serie de pautas que te pueden ayudar a regresar a la casa del Padre y a su abrazo amoroso:
Abandona el orgullo de pensar que “estas bien” y reconoce tu condición
Solo podremos encontrar ayuda cuando reconocemos nuestra condición delante de Dios. El aferrarnos al orgullo de pensar que no necesitamos congregar, que no necesitamos perdón, que no necesitamos volver a Dios es una necedad que solo nos hará caer mas en el pozo de la desesperación.
“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”
(Lucas 15:14-20)
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”
(Apocalipsis 3:15-19)
Perdona a quien te ofendió o hizo daño
Nunca vas a poder recuperar la salud espiritual si no perdonas de corazón si alguien te hizo daño o te ofendió. La falta de perdón es un pecado terrible pues ignora lo mucho que Dios te ha perdonado y te centras en no perdonar lo que otro te ha hecho. Esto sólo genera amargura de corazón, nos endurece y nos aleja del Señor, de su iglesia y de la comunión con los santos, que es tan importante para un creyente.
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”
(Mateo 6:14-15)
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”
(Colosenses 3:12-14)
Clama a Dios por perdón y restauración
Dios está atento a un clamor sincero y a un espíritu contrito y humillado jamás Dios despreciará. Clama a Dios. Hoy es el día, no dejes pasar ni un solo momento mas en esa dureza de corazón y obstinación.
“Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”
(Salmo 121:1-2)
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová”
(Salmo 40:1-3)
Vuelve a hacer las cosas primeras
No hay resultados sin cambios radicales. No puedes pensar que tu corazón se va a volver a encender de forma “mágica” y vas a pasar de estar endurecido por el engaño del pecado a ser un cristiano fervoroso en poco tiempo. Tienes que reconocer que te tomó tiempo descuidarte paso a paso, alejarte del Señor y va a volver a tomar tiempo dar pasos concretos de obediencia, orar, leer la Palabra, hacer las cosas primeras para empezar nuevamente a caminar la carrera de la fe.
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”
(Apocalipsis 2:2-5)
Deja el pasado atrás y mira solo hacia adelante
Deja la condenación en el pasado. Satanás va a tratar de desanimarte haciéndote recordar los pecados pasados, los errores cometidos, el tiempo perdido, lo que no pudiste hacer, las oportunidades que te perdiste. No lo permitas. No mires atrás, sino extiéndete hacia lo que está adelante. Dios tiene nuevos tiempos para ti, nuevas oportunidades, nuevos senderos para ti. El es completamente capaz de ayudarte y proveer lo que necesitas para tu situación presente, sea cual sea.
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”
(Filipenses 3:13-14)
“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”
(Juan 8:10-11)
Deja todo en las manos de Dios
Por mas complicados que sean tus problemas, Dios sabe como solucionarlos. El sabe como sacarte de las consecuencias de tu pecado, aunque tengas que asumirlas en este momento. Encomiéndate al Señor, confía en El y Dios enderezará tus caminos.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”
(Proverbios 3:5-8)
Déjame compartirte este hermoso poema, que representa la oración sincera de todo verdadero discípulo de Cristo. Hoy mientras escribo estas líneas pienso en muchos hermanos que están desanimados, apartados, alejados de Cristo y oro por ellos y por ti, si estas pasando esta situación también, para que Dios haga resplandecer su rostro sobre tí, te de paz, mueva y encienda tu corazón nuevamente para que, compungido regreses a los brazos de tu Padre, vuelvas a congregar, vuelvas a orar, vuelvas a leer la Palabra de Dios, vuelvas a servir, vuelvas a reír, vuelvas a gozarte en la comunión de los hermanos, vuelvas a retomar el llamado que Dios hizo a tu vida y la confianza en sus promesas que ahora ves tan lejanas.
¡Vuelve a los brazos de tu Padre!
Amén!