En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos. Porque los hijos de Israel pecaron contra Jehová su Dios, que los sacó de tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón rey de Egipto, y temieron a dioses ajenos, y anduvieron en los estatutos de las naciones que Jehová había lanzado de delante de los hijos de Israel, y en los estatutos que hicieron los reyes de Israel. Y los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra Jehová su Dios, edificándose lugares altos en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades fortificadas, y levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso, y quemaron allí incienso en todos los lugares altos, a la manera de la naciones que Jehová había traspuesto de delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira a Jehová. Y servían a los ídolos, de los cuales Jehová les había dicho: Vosotros no habéis de hacer esto. Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios. Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no hiciesen a la manera de ellas. Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal; e hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por fuego; y se dieron a adivinaciones y agüeros, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a ira. Jehová, por tanto, se airó en gran manera contra Israel, y los quitó de delante de su rostro; y no quedó sino sólo la tribu de Judá. Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habían ellos hecho. Y desechó Jehová a toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado. Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy

Este texto es de los más tristes en todas las Sagradas Escrituras, porque vemos como finalmente después de muchos años de advertencias, el Señor ejecutó su juicio disciplinario sobre el reino de Israel. Desde la división del reino en tiempos de Roboam y el alzamiento de Jeroboam como rey en la nación del norte, el pueblo de Dios se desvió completamente de la adoración a Dios, levantando su propio sistema de adoración carnal y pecaminoso, y dejando de lado a la Palabra del Señor. A pesar de los profetas y advertencias de Dios a su pueblo, estos no oyeron y los reyes de Israel se endurecieron en su apostasía. Por ello, en el reinado de Oseas, en el 722 a.C., el rey de Asiria finalmente capturó y llevó al exilio a toda la nación del norte donde nunca más regresarían. Solo quedaron algunos que se mezclaron con habitantes de otras naciones. De ahí provienen los samaritanos del tiempo de Jesus. La nación del sur Judá no fue diferente. Aunque hubo reyes piadosos en su mayoría, también hubo reyes terriblemente paganos como Acaz, que elaboró todo un sistema de adoración inmundo y que no tuvo ninguna reverencia por el templo del Señor ni por su Palabra arrastrando a toda la nación a la inmoralidad. Eventualmente, el reino del sur también caería al exilio, pero su juicio se postergó debido a reyes piadosos que intentaron hacer volver al pueblo a la cordura y a la sincera adoración a Dios. Ahora si bien es cierto el castigo se postergó al final en el año 586 a.C se dio el ultimo de los exilios del reino del sus hacia Babilonia. La paciencia del Señor llegó a su límite y su pueblo rebelde y obstinado fue juzgado por su constante y persistente pecado.

El fracaso de Israel no es sino el fracaso del ser humano en vivir de acuerdo a los parámetros de Dios. Si lo depositarios de la Palabra de Dios quienes recibieron la revelación del Señor y contaron con la admonición de los santos profetas fracasaron en hacer la voluntad del Señor ¿que espera a quienes no tenían esas bendiciones? La rebeldía y la obstinación del hombre no tiene nacionalidad: es universal. Sin embargo, damos gracias al Señor por su paciencia y santos propósitos para con su pueblo pues les tuvo paciencia y no los destruyó. Es cierto, los castigó, pero no los destruyó. Los llevó al exilio y con ello al sufrimiento pero ese sufrimiento los llevó al arrepentimiento. Después de los 70 años de exilio Judá pudo regresar a Jerusalén y la idolatría por lo menos tal como la experimentó Israel en la antigüedad fue erradicada y el camino allanado para el advenimiento del Hijo de Dios.

Dice la Biblia que Dios es tardo para la ira y grande en misericordia. El Señor es paciente con el ser humano y su paciencia tiene como objetivo postergar el castigo para darle al hombre la oportunidad de que se arrepienta y evite la destrucción. Sin embargo, la paciencia de Dios tiene un límite: llega un punto en el que ya no hay más oportunidad y la disciplina y el juicio correctivo de Dios cae sobre aquellos que obstinadamente una y otra vez persisten en apartarse del Señor y de su Palabra y de hacer todo lo que al Señor no le agrada. Aun también hay otras personas que sincretizan, es decir, mezclan la adoración al Dios verdadero con costumbres paganas e idolatras. Solo se puede adorar a Dios de una manera: a través de Cristo Jesús y conforme a lo establecido por la Biblia. Hacerlo de otra manera acarrea las terribles consecuencias del pecado y por último la justa, paciente, pero inevitable disciplina de Dios. ¡Escapa de ella! Arrepiéntete de tus pecados y vuelve a Cristo Jesús en arrepentimiento y fe. ¡Busca a Dios mientras aun pueda ser hallado!

Oremos al Señor