En esta oportunidad quiero compartir con ustedes un texto de la Palabra de Dios con la que quiero animarles a tener un concepto sano y bíblico de como se debe hacer ministerio dentro de la iglesia. Muchas veces en las iglesias vemos que quienes sirven al Señor y llevan la carga del ministerio son sólo un grupo reducido y son muchos los que mas bien tienen una posición pasiva; pero esto no debe ser así. La Palabra del Señor nos enseña que todo el cuerpo de Cristo, según el don o dones que hayan recibido, deben ministrárselo a los otros. Para esto, leamos por favor el libro de los Hechos capitulo 4, versos 23 al 31

 

Cuando quedaron en libertad, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: Oh, Señor, tú eres el que HICISTE EL CIELO Y LA TIERRA, EL MAR Y TODO LO QUE EN ELLOS HAY, el que, por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿POR QUE SE ENFURECIERON LOS GENTILES, Y LOS PUEBLOS TRAMARON COSAS VANAS? SE PRESENTARON LOS REYES DE LA TIERRA, Y LOS GOBERNANTES SE JUNTARON A UNA CONTRA EL SEÑOR Y CONTRA SU CRISTO. Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, juntamente con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera. Y ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza, mientras extiendes tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús. Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor

1. La carga del ministerio la debe llevar todo el pueblo (v. 23)

“Cuando quedaron en libertad, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho”

Pedro y Juan habían sido arrestados por predicar el evangelio de Jesucristo. Los ancianos del Sanedrín les amenazaron para que no hablen a nadie en el nombre de Cristo. Ellos que se encontraban llenos del Espíritu Santo se rehusaron a obedecer al hombre antes que obedecer a Dios. Por la gracia del Señor no pudieron hacerles nada y tuvieron que soltarlos y los apóstoles fueron con sus demás hermanos para compartirles lo que había acontecido y como habían sido amenazados para no predicar en el nombre de Jesus y por ende no avanzar en la obra de Dios.

Ellos podían haber quedado callados, pero compartieron la carga con los demás hermanos. Toda la iglesia debe llevar la carga del ministerio porque todos servimos al Señor. No está bien que uno o solo unos pocos se esfuercen y den lo mejor porque la iglesia del Señor no está compuesta de un solo hombre sino de todos los creyentes.

2. Toda carga en el ministerio debemos llevarla al Dios soberano (v. 24-28)

“Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: Oh, Señor, tú eres el que HICISTE EL CIELO Y LA TIERRA, EL MAR Y TODO LO QUE EN ELLOS HAY, el que, por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿POR QUE SE ENFURECIERON LOS GENTILES, Y LOS PUEBLOS TRAMARON COSAS VANAS? SE PRESENTARON LOS REYES DE LA TIERRA, Y LOS GOBERNANTES SE JUNTARON A UNA CONTRA EL SEÑOR Y CONTRA SU CRISTO. Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, juntamente con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera”

Si bien es cierto Pedro y Juan compartieron su carga con los hermanos no lo hicieron para obtener alguna solución de ellos sino para que todos juntos pudieran clamar al Señor en unidad. Gracias a Dios que la Biblia dice que ellos unánimes (“de común acuerdo”) alzaron su voz al Señor y oraron. Los hermanos tomaron la carga como suya e hicieron propia la necesidad. Ellos acudieron al Señor, pero primero tenían que ponerse de acuerdo entre ellos. Las agendas propias y las individualidades no tienen sentido en el cuerpo de Cristo. Ellos clamaron juntos al Señor porque tenían claro que Dios es soberano. Él es quien coloca autoridades en la iglesia. Él es quien coloca reyes y gobernantes en el mundo. La oración de estos creyentes no es para que Dios elimine la corrupción y los malos gobernantes. Es una oración de aclamación y de adoración al Dios soberano que todo lo sabe todo lo puede y que todo lo ha previsto desde antes que suceda.

La mejor prueba de esto es que los gobernantes de la tierra se unieron contra el Señor y contra su Cristo. Ellos azuzados y dirigidos por las fuerzas diabólicas tramaron el mal contra el plan redentor de Dios. Sin embargo, lo único que hicieron fue cumplir lo que Dios ya anticipadamente estableció que tenía que suceder. La unanimidad en el ministerio la oración confiada en Dios y el esfuerzo en la obra de Dios no es sino el reconocimiento de que nada de lo que hacemos es en vano. Dios no solo permite lo que sucede, sino que nada es sin fruto cuando se hace con buena voluntad y en obediencia al Señor.

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:54-58)

Si Dios dirigió todo para bien en cuanto a la vida de su Hijo aquí en la tierra en estricto cumplimiento de lo que Él había establecido también hará lo mismo con su amada Iglesia quien cumple los mandamientos de su Hijo. Podemos descansar en la soberanía de Dios para llevar adelante su obra. El no necesita nuestro consejo para llevar adelante su Iglesia. Nosotros necesitamos acudir al Señor para pedir dirección. Dios no necesita nuestras manos para llevar adelante su obra y hacerla crecer en medio de cualquier circunstancia. Nosotros somos los que no debemos ni queremos perder el privilegio de servirle a Él en esta vida que nos ha dado.

3. La carga en el ministerio no puede desviarnos de nuestra meta principal (v. 29-30)

“Y ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza, mientras extiendes tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús”

Ante las amenazas de los fariseos para que no solo los apóstoles sino la iglesia deje de hablar de Jesus ellos no se distraen de su labor principal: su oración luego de reconocer la grandeza y soberanía de Dios pasa a pedir no por ausencia de problemas o conflictos sino para que en medio de ellos el pueblo de Dios pueda seguir triunfante haciendo la labor de la Gran Comisión con el respaldo de Dios y la manifestación de su poder. Aquí hay una frase que es gravitante en todo este texto: oramos en el nombre de Jesus para predicar el evangelio de Jesus mientras tu respaldas nuestra labor mediante tu poder en el nombre de tu santo siervo Jesús.

“Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos. Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen. Esto manda y enseña” (1 Timoteo 4:9-11)

El ministerio tiene sus dificultades presenta sus desafíos. Este mundo de maldad en que vivimos es difícil, pero ni con eso podemos pensar que vivir una vida insensible y apática es algo deseable. Debemos estar conscientemente dispuestos y mentalmente preparados para vivir una vida de esfuerzo para la gloria de Dios.

4. El alivio para la carga en el ministerio proviene del poder del Espíritu Santo (v. 31)

“Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor”

Aun así, con todo el esfuerzo y la voluntad y la decisión que podamos poner no es suficiente. La Biblia nos enseña que la obra de Dios enfrenta múltiples desafíos y debe realizarse conforme a la voluntad de Dios y en el poder de Dios. Por ello la respuesta de Dios a esta oración del pueblo de Dios no fue darle más recursos o quitarles los problemas o disminuir las amenazas que se les presentaban. La respuesta de Dios fue que su pueblo fuera lleno del Espíritu Santo. Y esta llenura les empoderó y les motivó a seguir adelante con la encomienda de la Gran Comisión con valor y denuedo.

Necesitamos el poder del Espíritu Santo para fortalecer nuestra fe y vencer nuestra natural tendencia a desviar nuestros caminos y desmayar en la tarea que se nos ha encomendado. Una iglesia que no es llena del Espíritu Santo es una iglesia apática fría muerta que no tiene celo por la obra de Dios ni tiene deseo de ver almas salvadas. Una iglesia de este tipo solo está preocupada por si misma pero no por aquello que importa al corazón de Dios.

5. Aplicaciones para la vida

Recordemos hermanos:

· La carga del ministerio la debe llevar todo el pueblo. No sólo los líderes deben trabajar, sino todos debemos estar involucrados en la expansión del santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo y la edificación de su Iglesia.

· Toda carga en el ministerio debemos llevarla al Dios soberano. La obra es del Señor, nosotros solamente somos sus siervos. De Él debemos recibir dirección y sabiduría para hacer la obra del Señor.

· La carga en el ministerio no puede desviarnos de nuestra meta principal. Los retos y desafíos inherentes al ministerio no deben desenfocarnos del cumplimiento de la Gran Comisión, que es la gran labor a la que el Señor nos ha encomendado.

· El alivio para la carga en el ministerio proviene del poder del Espíritu Santo. Sólo El nos puede capacitar para hacer la obra de Dios a la manera de Dios y en su poder para darle la gloria a Dios.

Oremos al Señor