Una de las cosas que mas me sorprenden del apóstol Pablo es la claridad que tenia en cuanto a su fe y como manifestarla: su relación con Dios, su posición en Cristo, su llamado al servicio del Señor y como debería hacerlo, de tal manera que fuere efectivo sin dejar de ser agradable a Dios. Esta es una interesante combinación de convicciones y acciones, muy difícil de encontrar hoy en día. Ahora es mas sencillo apostar por la efectividad y ser hábiles en todo lo que signifique “obtener resultados y ganancias espirituales” (lo que sea que eso signifique); o en su defecto, enarbolando la bandera de la prudencia y la sensatez, encerrarnos en nuestra “burbuja cristiana” y pensar que somos agradables a Dios mientras mas separados estamos de los demás.

En el Nuevo Testamento vemos el testimonio de un hombre plenamente entregado a Dios: Pablo

Pero no, Pablo no era así. A pesar de que tenía la autoridad de un apóstol del Señor Jesucristo, de que escribió la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento, de que fundó numerosas iglesias y de que ha dejado un legado de servicio y ejemplo sin igual, tuvo muy claro desde siempre en su mente y corazón quien era, a que había sido llamado y cual era la perspectiva que debía tener de si mismo como siervo de Dios. Vamos a examinar brevemente la Palabra de Dios para poder ver que es lo que Pablo decía de sí mismo, como se veía. Espero que al contemplar estas porciones de la Biblia, nos veamos a nosotros mismo y aprendamos no solo de la humildad de este gran hombre de Dios, sino también de su entrega, convicción, madurez y amor por Dios, por la obra y por sus hermanos en la fe.

1. Entre los pecadores, el primero

Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna”  (1 Timoteo 1:12-16)

Pablo se describe a si mismo de una manera sumamente interesante en este versículo: el primero de los pecadores. Usa la palabra griega protos, que indica primero en un orden temporal, el iniciador. ¿Por que se consideraría de esa manera? Hoy en estos tiempos muchos dirían escandalizados: “Pero Pablo, tienes que quererte a ti mismo, debes tener autoestima, una buena imagen de ti mismo, de lo contrario no vas a poder alcanzar todo el potencial que hay en ti”. Nada mas alejado de la realidad. Realmente la falacia de pensar que tenemos potencial en nosotros mismos para ser buenos, exitosos, fuertes, etc., no ha hecho mas que causar males y problemas a la Iglesia de Cristo.

Hombres que aparentan piedad pero que niegan la eficacia de ella

Pero aun no respondemos la pregunta: ¿por que Pablo se describió de esa manera? La respuesta se encuentra versos mas adelante, cuando dice que el Señor lo tuvo por fiel, poniéndolo en el ministerio cuando el había sido: blasfemo, perseguidor e injuriador. Si recordamos la historia del apóstol Pablo, sabremos que Saulo (su nombre original) fue un gran perseguidor de la iglesia cristiana en los primeros días, llevando a la muerte a muchos creyentes, haciéndoles negar el nombre de Cristo y provocando tanto mal que si el Señor no le hubiere tocado en el camino a Damasco, muy probablemente la joven iglesia cristiana hubiera muerto al poco tiempo de haber nacido.

Pero, ¿son los hechos los que lo catalogan como el primero de los pecadores? Creo firmemente que Pablo va mas allá, al analizar el comportamiento y las motivaciones que tenia en ese entonces, sobretodo teniendo en cuenta de quien venia. El era fariseo, hebreo de hebreos, conocía la ley a la perfección (Filipenses 3:5-6); sin embargo no había entendido nada. Era letra muerta en su interior, el efectivamente era un sepulcro blanqueado, auto justificado en si mismo, confiado en su propia bondad, incapaz de ver las verdades espirituales que proclamaba a viva voz y sumamente lejos y enemistado con aquel Dios a quien juraba adorar.

Fariseos y religiosos que aparentan ser lo que no son

Por esto Pablo se considera el primero de los pecadores: el representaba muy bien a esta generación de gente que no siente el menor remordimiento por lo que hace, que son justos y buenos en su propia opinión y que con sus hechos niegan lo que dicen creer con sus mentes. Pecadores, muertos en vida que son enemigos de Dios en todo lo que hacen y dicen, y lo que es peor de todo: no se dan cuenta de ello, están ciegos y muertos espiritualmente (Mateo 23, Efesios 2:1).

 


Esta es el primero de los versículos que estaremos viendo, donde Pablo se evalúa a si mismo. ¿Y nosotros? Podríamos confesarnos de tal manera pecadores, conscientes de nuestra pecaminosidad, de nuestra debilidad, de nuestra ignorancia? o ¿creemos que los años, la experiencia, los estudios, la madurez nos hacen ser mejores que los demás?. Mucho cuidado, hay una línea muy delgada que se cruza inadvertidamente cuando empezamos a confiar en nosotros mismos y olvidamos de donde nos sacó el Señor. Éramos lo vil y menospreciado, lo necio y débil de este mundo; y estamos en Cristo sólo por la gracia de Dios. Su poder nos sustenta y su gracia ha cubierto nuestros muchos pecados. No olvidemos nunca quienes somos sin Cristo.

 

Amen!