Hoy quiero compartir contigo una meditación acerca de la Parábola del Hijo Prodigo. Esta parábola se ubica en el contexto de una controversia que tenían los fariseos y maestros de la Ley con el Señor Jesucristo. Él estaba rodeado de pecadores y publicanos que se agolpaban alrededor del Señor para oír sus enseñanzas. Los fariseos acusaban al Señor recibir a los pecadores y comer con ellos.

A raíz de esta controversia el Señor les enseñó 3 parábolas: la de la oveja perdida, la de la moneda perdida, la parábola del hijo prodigo. Cada una de estas parábolas enfatizan en el amor misericordioso de Dios hacia los pecadores y como hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente y vuelve a Dios. Lucas capítulo 15 es el gran capítulo de la misericordia de Dios hacia el pecador la cual se enfatiza en estas 3 parábolas. Asimismo, es una denuncia ante la religiosidad fría y dura de corazón que profesa amar a Dios pero que no tiene amor por los pecadores a quienes Dios ama.

Por ello mi propósito hoy es mostrarles la misericordia y amor del Padre Celestial, la cual se evidencia en sus hijos a quienes ama y sostiene. Cuando sus hijos se apartan y se arrepienten los recibe con amor y gozo restaurando su identidad como hijos amados suyos. Por lo tanto, debemos imitar el carácter de nuestro Padre Celestial y esforzarnos en llevar el evangelio a los hijos pródigos de este mundo, así como ser padres que reflejan el corazón de nuestro buen Dios.

2. El padre ejemplar es confiable y nos enseña con sabiduría (v. 11-20a)

Y Jesús dijo: Cierto hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos le dijo al padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.» Y él les repartió sus bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntándolo todo, partió a un país lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Entonces, volviendo en sí, dijo: «¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí perezco de hambre! «Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como uno de tus trabajadores.’ Y levantándose, fue a su padre

En esta parábola el Señor Jesús nos muestra a un hombre con sus dos hijos. El menor de ellos le pidió la parte de su herencia estando su padre en vida. Esto es algo que se podía hacer pero que no era para nada común y que en esencia era una falta de respeto a su padre.

Sin embargo, el padre lo hizo: accedió a este ingrato pedido y le dio a cada uno su parte de la herencia. Aquí hay sabiduría puesto que este muchacho ya se encontraba en una edad de tomar independencia y decisiones propias. Su padre solo le facilitó el camino para que se revelara lo que había en su corazón. El hijo mayor siguió al lado de su padre trabajando y sirviendo mientras que el hijo menor hizo todo lo posible por alejarse de su padre y su familia. Se fue a un país lejano y con los bienes que tenía vivió la gran vida por un tiempo malgastando todo el dinero viviendo perdidamente. Durante algún tiempo fue «feliz» disfrutando de los placeres temporales del pecado, pero inevitablemente lo que sembramos vamos a cosechar y eventualmente llegó un gran tiempo de hambruna al país donde se encontraba y lo encontró sin dinero porque ya todo se lo había gastado.

Así que ahora este muchacho inconsciente empezó a padecer de necesidad. Tanta era su necesidad que se acercó a uno de los pobladores y le pidió trabajo. Llegó a trabajar apacentando cerdos y aun deseaba llenarse de la comida que comían los cerdos, pero nadie le daba. Esta era una situación muy triste pero aun lo era más para un judío. Estar lejos de su patria apacentando animales inmundos y aun deseando comer su comida era lo más bajo a lo que podía haber llegado. Realmente se encontraba ahora muy lejos de la figura de joven exitoso y con dinero que había cultivado durante un tiempo. Este joven se había engañado a si mismo por algún tiempo, pero ahora veía su condición en realidad.

Y así fue porque dice la Escritura que ante esta crisis en su vida el joven «volvió en sí«. La NTV traduce esto como «finalmente entró en razón«. Este joven recapacitó y se dio cuenta lo que había dejado y las bendiciones que había perdido. Reflexionó en como aun los trabajadores de su padre tenían alimento y casa mientras que el en su locura y su desenfreno lo había perdido todo. Había deshonrado a su padre y había roto con su pasado. Había perdido su herencia y arruinado su futuro. Se encontraba sufriendo las consecuencias de sus actos en el presente «lit. me muero de hambre«.

Recapacitó y tomó una decisión:

  • Me levantaré e iré a mi padre
  • Reconoceré mi pecado contra Dios y contra él
  • Reconoceré que ya no soy digno de ser llamado su hijo
  • Pediré misericordia («hazme como uno de tus trabajadores«)

Y así lo hizo. No tardó más tiempo en el lugar de la desobediencia y la crisis. Tan raudo como había sido para desobedecer lo fue también para volver a ponerse en el camino del arrepentimiento y se fue a buscar a su padre para arreglar sus cuentas pendientes. ¡Ojalá así fuéramos tan raudos y efectivos para volvernos a hacer lo bueno como lo somos para alejarnos de Dios! No se detuvo en la auto conmiseración. No se refugió en la vergüenza y se condenó a sí mismo. Se sabía culpable pero también sabía que aún tenía una última oportunidad al acudir donde su Padre. No estaba confiado en merecer algo de misericordia, pero si confiaba en que por lo menos su padre le daría un lugar en sus tierras como un jornalero.

No confiaba en sus méritos sino en el carácter confiable de su padre. Sabía que podría encontrar misericordia en su padre y por ello se movió a la acción. La Palabra del Señor nos declara que nuestro Padre Celestial es perfecto y en el “no hay tinieblas en él” (1 Juan 1:5). Santiago 1:17 nos dice que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” y por ello podemos acercarnos confiadamente al Señor. No es necesario aprender por los golpes de las consecuencias del pecado. Mejor acerquémonos a Dios y aprendamos de su Palabra en este día para ser dichosos.

Importante:

  • Hoy puedes acercarte al Padre Celestial para aprender de su Palabra
  • Hoy puedes ser un mejor padre para tu familia o un mejor líder para quienes diriges si imitas el carácter de Dios.

 

3. El padre ejemplar perdona y restaura nuestra identidad (v. 20b-24)

Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus siervos: «Pronto; traed la mejor ropa y vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies; y traed el becerro engordado, matadlo, y comamos y regocijémonos; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.» Y comenzaron a regocijarse

Lo maravilloso es que, aunque este hijo hizo todo para merecer el desprecio de su padre este no cesó de amar a su hijo. Dice la Palabra que mientras aun este muchacho estaba lejos su padre lo vio. ¡Cual habrá sido la emoción de este padre que día tras día miraba el horizonte esperando el regreso de su amado hijo! Es interesante notar que el padre no fue tras su hijo en cuanto este se fue. Lo dejó ir por su propio camino y en un sentido sufrir las consecuencias de sus decisiones, pero nunca le cerró las puertas de su corazón ni de su misericordia y nunca dejó de esperar que regresara.

Al verlo en harapos sucios, con el rostro sucio, las manos sucias y mal olientes, delgado y demacrado, su padre sintió compasión de él. Literalmente se llenó de compasión por el estado de su hijo y corrió a darle el alcance. El padre no corrió tras su hijo mientras éste tenía un corazón endurecido por el pecado, pero sí que corrió por el cuándo lo vio regresar arrepentido. El padre no cambió en su comportamiento, el que cambió es el hijo. Ya no era el muchacho orgulloso y rebelde, auto suficiente y necio. Ahora era un hombre que había mordido el polvo del fracaso, que lo había perdido todo y a la vez lo había ganado todo.

Perdió su dinero y dignidad es cierto, pero también perdió la necedad de su corazón y había ganado algo mucho más grande que el dinero, las riquezas y el placer: había ganado un corazón sensato, arrepentido y humillado. Dice la Escritura que “antes de la caída está la altivez de espíritu y antes de la humillación la soberbia” (Proverbios 16:18). Este muchacho soberbio había sido quebrantado y eso se podía ver en su decisión de retornar a donde su padre y asumir su responsabilidad.

Dice la Palabra que el padre corrió – cosa que no era común y es mas era indigna para un terrateniente judío – se echó sobre el cuello de su hijo y lit. «lo besó repetida y tiernamente«. Este muchacho fue recibido como se reciben a los héroes que regresan de la guerra y en efecto fue así. Él fue a la batalla contra sí mismo y ganó su corazón, aunque perdió todo lo demás. El Señor Jesucristo dijo «Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (marcos 8:36). En este caso este muchacho lo perdió todo, pero ganó su alma.

El muchacho empezó a declarar y confesar a su padre lo que había pensado decirle: «Padre he pecado contra el cielo y ante ti. Yo ya no soy digno de ser llamado tu hijo«. No terminó de decir lo que pensaba pues su padre lo interrumpió. Este muchacho había reconocido su pecado y aceptaba su culpa, pero había ido un paso más allá: se había impuesto ya incluso una condena: hazme como uno de tus trabajadores. Allí es donde el padre lo interrumpió. Esto no le competía a él decirlo. Su padre tenía otros planes para su hijo arrepentido.

Ni bien el hijo empezó a confesar sus pecados y su arrepentimiento, el padre le interrumpió para dirigirse a sus siervos y pedir para su hijo la mejor ropa, un anillo en su mano y sandalias para sus pies. Todas estas cosas eran propias de un hijo amado y respetado en una casa. Recordemos el ejemplo de José y la túnica que su padre le hizo para evidenciar su gran amor por él. El muchacho regresó a casa hambriento, pero el padre le llenó de obsequios que le hacían ver que era bien recibido, amado y valorado. Ya iba a comer dentro de poco, pero ahora el padre estaba restaurando la identidad de su hijo. El muchacho había dicho «ya no soy digno de ser hijo tuyo«. El padre le respondía «claro que eres mi hijo y mi hijo especial y amado«.

La Ley de moisés mandaba a llevar a la muerte a un hijo rebelde a sus padres. Sin embargo, este muchacho no murió. Pero si se ofreció un becerro engordado quien fue sacrificado para alimentar a todos. Se realizó en ese momento una fiesta. En la perspectiva del padre era necesario celebrar porque su hijo estaba muerto y había vuelto a la vida. Se había perdido y fue hallado. La alegría se podía notar en ese hogar y en todos los integrantes: el hijo prodigo había vuelto a casa. El gozo por un hijo que ha vuelto a la vida debiera ser mucho mayor que el gozo por haber encontrado una moneda o por haber encontrado una oveja perdida. Sin embargo, muchas veces tenemos más gozo por cosa sin importancia que por las cosas que verdaderamente importan. Hermano no te goces en que pudiste llegar a fin de mes en tus cuentas. Gózate de que estas predicando el evangelio y gente se está convirtiendo al Señor. Padre no te goces de que pudiste lograr tus proyectos. Gózate de que tus hijos están caminando en la verdad de Dios y de que los estas encaminando.

Importante:

  • Eres un hijo o hija de Dios. Acércate a tu Padre Celestial con esa confianza y amor.
  • Descubre en la Palabra de Dios lo que realmente significa ser hijo de Dios y vive conforme a ello.
  • Gózate en que Dios está obrando en tu vida. Guía a otros en el camino del Señor

4. El padre ejemplar nos enseña compartiendo su corazón (v. 25-32)

Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y danzas. Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: «Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y salvo.» Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero respondiendo él, le dijo al padre: «Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado.» Y él le dijo: «Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. «Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado

Ahora entra en escena el otro de los hijos de este hombre: el hijo mayor, quien recibió también su parte de la herencia, pero al parecer no la utilizó, sino que permaneció al lado de su padre trabajando duramente en el campo. Al regresar a casa después de un largo día de arduo trabajo escuchó la música y las danzas de la fiesta que en el interior se celebraba. Al preguntar a los criados le dijeron que su padre había organizado una fiesta en celebración por el retorno de su hermano. La reacción de este hijo mayor fue la de ira y resentimiento. No quiso entrar, sino que se quedó fuera en evidente muestra de su descontento con lo que estaba sucediendo. A sus ojos su hermano no merecía tal reconocimiento ni recibimiento alguno. En su forma de pensar quien merecía todo esto era el quien había trabajado duramente todo el tiempo y no su irresponsable hermano. Su mente funcionaba en términos de salario y deuda, no en términos de gracia y bendición.

Dice la Palabra de Dios que el padre salió a rogarle que entrara a la fiesta. Y este fue el momento en que el hijo sacó a la luz todo lo que tenía en su corazón. Le recriminó a su padre haberle servido por años en obediencia sin haber recibido – en sus propias palabras – un cabrito para celebrar con sus amigos. Por el contrario, al ver a este hijo menor que desperdició todos sus bienes con prostitutas, el padre le ha recibido y recompensado. A los ojos de este hijo mayor su padre era injusto y parcializado con su menor y rebelde hijo.

Podemos entender en cierto sentido la frustración de este muchacho, pero lo que no podemos comprender como tuvo tanto tiempo esto guardado en su corazón hacia su padre. En cierta forma este hombre había vivido y servido al lado de su padre, pero no había conocido, ni había tenido comunión con el corazón de su padre.

En respuesta el padre le trata cariñosamente – lit. hijito mío o mi niño – tu siempre has estado conmigo y todo lo mío es tuyo. Si el hijo mayor no disfruto de las bendiciones de estar al lado de su padre es porque no conocía a su padre y no conocía su identidad como hijo. El podía haber tomado su cabrito para celebrar con sus amigos porque lo de su padre era de él. Él se veía como un trabajador, pero no se veía a sí mismo como hijo y heredero de las bendiciones de su padre. Tampoco conocía el corazón bondadoso de su padre. ¿Acaso su padre le negaría alguna bendición a su hijo? De ninguna manera. Pero este hijo estaba cerca de su padre físicamente pero lejos en su corazón.

Por otro lado, el otro hermano abusaba de la confianza y amor de su padre y quiso seguir su propio camino de desobediencia. Al final ambos hijos, cada uno en su propia vivencia no tenían un conocimiento profundo de quien era su padre. Sin embargo, este momento no era apropiado para recriminaciones. Era necesario hacer fiesta le dice el padre a su hijo mayor. Era necesario porque mi hijo menor estaba muerto y ha vuelto a la vida. Se había perdido y ha sido encontrado. El hijo mayor debía gozarse con su padre por haber encontrado a su hermano.

El enfoque de esta parábola es la gracia misericordiosa y el corazón del padre hacia sus hijos. El padre ama a sus dos hijos. Se goza en el servicio abnegado de su hijo, como se goza en el arrepentimiento del otro hijo. Quiere compartir sus bendiciones con sus hijos y hacerles ver que son parte suya. Pero sobre todo quiere compartir su corazón con ellos.

Importante:

  • Dios quiere compartir su corazón contigo a través de una fuerte comunión con El
  • Podemos estar cerca a Dios en el servicio, pero lejos del corazón de Dios en oración
  • Como padres ¿estanos cerca de nuestros hijos en cuerpo y corazón?

5. Aplicaciones para la vida

  • Hoy he tratado de mostrarte el corazón bondadoso y misericordioso de nuestro Padre Celestial.
  • Él te ama y lo ha demostrado enviando a su Hijo Único el Señor Jesucristo a morir por nuestros pecados para nuestra salvación.
  • Hoy Dios te espera. Espera que vuelvas a la Casa del Padre para recibirte con los brazos abiertos y restaurarte como hijo amado suyo salvado por su gracia y lavado por la sangre del cordero de Dios
  • Hay gozo en los cielos cuando un pecador se arrepiente y vuelve al camino del Señor. Hoy es el día de salvación para tu vida. Ven a Cristo y entrégale tu vida por completo a El
  • Iglesia Dios ama al mundo perdido. Quiere que los hombres se salven. Quiere que las naciones proclamen el nombre de Jesus como Salvador para que sean bendecidas. Comparte el corazón misericordioso de tu Dios. Ora por los perdidos. Comparte el evangelio a todos los que puedas. Sirve en tu iglesia local para extender el reino de Dios. Da generosamente de tus bienes para que el evangelio siga corriendo. Dispón tu corazón para ser un mensajero de la Palabra de Dios.
  • Si eres padre ¿estas imitando el carácter del Padre Celestial? ¿estas criando a tus hijos en el temor de Dios con sabiduría y la Palabra de Dios? ¿Estas siendo ejemplo para tus hijos de como amar a Dios? ¿Estas cercano a tus hijos criándolos con amor y dedicación?
  • Hoy en el Día del Padre queremos celebrar al Padre Celestial y quiero animarte a compartir su corazón y seguir sus pisadas.
  • Oremos al Señor.
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