Tenemos un serio problema cuando ponemos nuestros sentimientos, pareceres o ideas al mismo o a un nivel superior al de la Palabra de Dios. Si hay una lección importantisima que tenemos que aprender en la vida es esta: todas las decisiones que tomamos tienen consecuencias, esto sucede siempre. No podemos eludir a esta ley universal; pues es parte de la responsabilidad con que Dios nos ha dotado cuando nos creó. El, que es el Juez justo de toda la tierra nos ha creado como agentes morales, responsables no solo de nuestros actos para con nosotros mismos, sino tambien delante de El de todas las decisiones, palabras, intenciones, obras y motivaciones (Mateo 12: 36; Romanos 14: 12; Hebreos 4: 13).

Un problema muy común, lamentablemente, se presenta cuando dejamos de lado el consejo de Dios para seguir a nuestro corazón, sobretodo en la búsqueda de una compañía sentimental. Nos dejamos llevar por nuestras emociones, seguimos solo lo que ven nuestros ojos y cuando obtenemos lo que queremos, inventamos mil y una excusas para decir que nuestro caso «es diferente» al de los demás; que en nuestra experiencia no se aplica tal o cual versículo y que, despues de todo, Dios entiende nuestra situación y que a nosotros «no nos va a pasar nada». Que terrible temeridad, que necedad y que absurdo el pensamiento que cree que Dios hace acepcion de personas y que a algunos si les permite ciertos pecados que a otros no (Deuteronomio 10: 17, Romanos 2: 11).

La Palabra de Dios nos enseña claramente que:

«No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré,
Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.                                                Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios»                                                                                                  (2 Corintios 6: 14 – 7:1)

 ¿De que nos esta hablando la palabra de Dios? Nos da la figura de un yugo, un instrumento que une normalmente a dos animales de carga, los cuales tienen que compartir el mismo camino, porque realizan ambos la misma tarea. Un yugo desigual se refiere a dos animales distintos que comparten el yugo; pero cada uno tiene su propia orientación y por ello se vuelven inútiles, pues no sirven para realizar la labor encomendada.

Espiritualmente hablando, la Palabra de Dios nos insta a no unirnos sentimentalmente, económicamente, hacer negocios, amistades intimas y demás relaciones profundas y significativas con personas que no sean cristianas seguidoras de Jesucristo. No dice que nos apartemos o que no les hablemos nunca: nos enseña que no nos unamos en una comunión intima con ellos. ¿Porque? porque hay incompatibilidad moral («¿que compañerismo la justicia con la injusticia?»), incompatibilidad de naturaleza («¿Qué comunión la luz con las tinieblas?»), incompatibilidad de origen («¿que concordia Cristo con Belial?»), incompatibilidad de destino («¿que parte el creyente con el incrédulo?»), e incompatibilidad de proposito («¿que acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos?»)

La Palabra de Dios lo dice claramente, la experiencia de quienes han desobedecido también lo muestra, la lógica y el sentido común de la misma manera lo confirman: no es bíblico, ni sano ni bueno, mucho menos agradable a Dios. Quien tal hace puede engañarse a si mismo, «racionalizar» su pecado, auto justificarse, engañar a todos; pero Dios no puede ser burlado: nuestras decisiones revelan las intenciones de nuestro corazón y siempre tendrán consecuencias. La obediencia a la Palabra de Dios, no a nuestros sentimientos o pareceres siempre será la garantía del verdadero éxito.

Cuidado! Nadie se ha muerto de soltería o por esperar. Obedecer a Dios siempre será la mejor opción (Salmos 1: 1-3). Sin embargo, ¿porque aun así, sabiendo las terribles consecuencias, muchas personas lo hacen y se unen en yugo desigual con no creyentes? La respuesta esta en el ultimo versículo del texto en mención:

Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios»                                                                                                               (2 Corintios 7:1)

El detonante aquí es el temor de Dios. Si no hay temor de Dios, los mandamientos del Señor siempre serán meras «sugerencias» o, en el peor de los casos, anacrónicas ordenanzas que ya no se ajustan al ritmo de esta sociedad «moderna y de mente abierta». El temor de Dios nos guarda de desobedecer al Señor, nos protege y nos enfoca en la voluntad de Dios.

Oremos al Señor, busquemosle en su Palabra y en oración para que realmente nuestro corazón aprenda a temer a Dios, a respetar y honrar su Palabra. En ella hay grande galardón.

Amen!