Dios es el Supremo Alfarero y los creyentes somos barro en sus manos. El tiene un trato especial y particular con cada uno: a algunos los trata con dolor, sufrimiento, enfermedad; a otros con puertas abiertas y circunstancias favorables. Unos son quebrados en su orgullo, otros reprendidos por su necedad. Algunos han de saborear el amargo sabor de la frustración y la soledad. Otros han de sentir las dolorosas agujas del dolor, la critica y la traición.
Sea cual fuere la situación en la cual se encuentren sus hijos, sabemos que están siendo formados, moldeados por las manos del Divino Alfarero. El es Dios, soberano y que obra conforme a sus propósitos y su gloria. No permitirá que seamos estirados ni tentados mas allá de lo que podamos soportar; pero si permitirá que seamos pasados por el fuego de la prueba para ser conformados a la imagen del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.
Cuando un creyente no es probado, cuando no ha mordido el polvo, no conoce lo débil que es, lo frágil, lo necio y lo poco adecuado para servir a Dios, incluso para caminar con El. Es fácil ser orgulloso, soberbio, necio y muy rápido para juzgar, para sentenciar, para comparar cuando se mira la paja en el ojo ajeno y no se mira la viga en el propio. Ministerios enteros caen por causa del orgullo, del excesivo amor que tenemos por nosotros mismos y nuestra fama; por la inmadurez que nos impide amar a nuestro prójimo verdaderamente. Pero cuando somos probados, cuando somos quebrados y humillados por las circunstancias que Dios permite entonces entendemos que solo somos barro y que El único que puede darnos la verdadera forma es el Señor. Aprendemos humildad, paciencia, tolerancia, serenidad. Ya no somos ligeros de lengua, sino callamos en vez de ofender. Aprendemos a ser pacientes y esperar los tiempos del Señor. Aprendemos que de Dios son los tiempos, los planes, los propósitos: El abre y cierra puertas, El quita y pone reyes, El da y El quita. Dejamos el orgullo de lado y nuestro corazón puede tener verdadera gratitud a Aquel que conociéndonos como somos, aun así nos ama, nos usa y nos lleva de gloria en gloria.
El pueblo de Israel fue duro de cerviz, idolatra, incrédulo, orgulloso y muchas cosas mas; aun así, Dios los comparo con barro en sus manos: cumplió sus planes con su pueblo y los cumplirá aun en el futuro, cuando se establezca el Reino glorioso de nuestro Señor Jesucristo. Nada ni nadie puede frustrar los planes de Dios, El debe trata con nuestro pecado para poder llevarnos al camino de la santidad, de tal manera que podamos ser usados por El. Nosotros preferiríamos ocultar nuestro pecado, hacerlo a un lado; pero los ojos del Señor todo lo ven, aun lo profundo de nuestro corazón. El pueblo de Israel se consideraba especial y de hecho lo eran porque eran el pueblo de Dios; sin embargo eran idolatras y no amaban a Dios con todo el corazón, y Dios tenia que tratar con su pecado.
Aun nosotros los creyentes somos considerados vasijas de barro, frágiles, débiles pero que llevamos el tesoro de la presencia de Dios, el Espíritu Santo, en nuestro interior; de tal manera que la excelencia del poder no es de nosotros, sino de Dios. Pero debemos de aprender eso y no pensar que nuestros talentos, dones, capacidades nos hacen ser vasijas de oro o plata. No mis hermanos, somos barro, común y simple barro. Por eso Dios debe tratar con nuestro pecado si hemos de serle útiles en sus manos.
Pase lo que pase, me sienta como me sienta, vea lo que vea, se que soy barro en las manos del Señor. No guardo ninguna expectativa ni confianza en mi mismo: si no proviene del Señor nada podrá fructificar en mi vida. El anhelo de mi corazón y mi oración es que pueda ser una vasija útil en las manos del Señor. Una vasija santificada, de un material común y descartable; pero que en las manos del Señor puede ser usada para su gloria y honra. Y es que Dios puede hacer reyes de muchachitos sin futuro y levanta profetas de mendigos. El toma lo vil y menospreciado de este mundo y lo usa para su gloria.
«¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel» (Jeremías 18:6)
«Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» (2 Corintios 4: 6-10)
Que el Señor nos ayude a entender que El esta en control de todas las situaciones. Que nos de paciencia para esperar su trato amoroso y sabio, que nos ayude a ver con perspectiva divina los caminos de la vida, de tal manera que no huyamos de su reprensión y disciplina, sino que con clamor y fervor pidamos al Señor que nos haga madurar espiritualmente para que seamos siervos y siervas fructíferos para la obra de Dios.
Amen!