En esta oportunidad vamos a examinar una de las características del carácter cristiano que más nos puede ayudar a cumplir la voluntad de Dios cuando la desarrollamos en nuestro ser, y a su vez, uno de los mayores obstáculos cuando somos negligentes en su desarrollo. Es la auto disciplina cristiana, también conocida como la templanza o el dominio propio, la cual es concebida como el gobierno de uno mismo, la capacidad de controlarnos, refrenarnos y someter nuestro cuerpo y mente al señorío de los principios de la Palabra de Dios. La Escritura dice que: «Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda» (Proverbios 25:28) y esto es muy cierto. En los tiempos bíblicos la mejor defensa que tenía una ciudad eran sus murallas, tanto más altas, gruesas y custodiadas eran, tanto más segura e impenetrable era dicha ciudad. Un pequeño boquete, una fisura, un acceso producto de una grieta o un descuido y el ejército invasor podría hacerse con la ciudad y toda ella caería a merced de los enemigos. Asimismo, una pequeña grieta en nuestro carácter puede destruir todo lo que hemos construido en nuestra vida y echar por tierra nuestro testimonio y fervor en la vida cristiana. Sin embargo, la Palabra de Dios en el texto que estamos estudiando nos va a enseñar que el creyente debe, por amor del evangelio, restringirse de algunas cosas que no son pecados y hasta son derechos legítimos, de tal forma que pueda adecuarse a otras personas y llegar a ellas para presentarles el mensaje de salvación. Asimismo, el creyente debe, restringirse a sí mismo, siendo disciplinado con su propio carácter para poder ser ejemplo del evangelio que predica, no ser descalificado como embajador de Cristo y recibir la corona prometida a aquellos que perseveran fielmente sirviendo al Señor.
Para ello, estudiaremos 1 Corintios, capítulo 9, versos 19 al 27 para estudiar sobre la auto disciplina.
«Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado» (1 Corintios 9:19-27)
1. La importancia de la auto disciplina en el ministerio (v. 19-23)
«Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él«
En esta primera sección vamos a ver como Pablo se restringió a sí mismo en el desarrollo de su ministerio con el fin de cumplirlo más efectivamente. Si examinamos el contexto del capítulo 9 de 1 Corintios vamos a ver que Pablo aun rehúso a ser sostenido económicamente como corresponde a un siervo de Dios y predicador del evangelio, por causa de las acusaciones que hacían los judaizantes: «Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo» (1 Corintios 9:12). Luego el procede a describir como se restringió para poder alcanzar a la mayor cantidad de personas con el evangelio de Cristo.
Auto disciplinado para ganar a los que están bajo la ley
«Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley»
El apóstol Pablo empieza declarando lo que es una verdad clara y bíblica: el creyente es libre de todo y de todos: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud» (Gálatas 5:1) y «Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros» (Gálatas 5:13). Si bien es cierto el creyente es libre de toda obligación de la ley, es ahora constreñido por la ley del amor de Dios; por eso vemos que Pablo a pesar de ser libre se ha hecho siervo (esclavo) de todos con el objetivo de ganar para Cristo al mayor número posible. Su motivación es alcanzar a las personas con el evangelio y por eso Pablo deja su comodidad y se auto disciplina para poder ser efectivo en el ministerio.
En ese sentido, el primer grupo de personas a los que Pablo se restringió y adaptó fue al pueblo de Dios, los judíos, descritos aquí como «los que están sujetos a la ley«. Así pues, Pablo se hizo como sujeto a la ley con el fin de ganar a aquellos que estaban sujetos a la Ley. A pesar de que el ya era libre de toda obligación para con la Ley por cuanto Cristo Jesús pagó en su cuerpo la condena del pecado y cumplió la Ley; Pablo se sujetó voluntariamente a muchos aspectos de la Ley con el fin de ganar a los judíos. Pablo no quería ser de tropiezo a los judíos; por ende, si había que guardar alguna celebración, o cuidado con respecto a la comida que no significara una transgresión de la doctrina de salvación por la fe sin necesidad de obras, entonces Pablo lo guardaba. Un ejemplo de esto lo podemos ver en la llegada de Pablo a Jerusalén: «Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos; a los cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres. ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley. Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos» (Hechos 21:18-26)
Auto disciplinado para ganar a los que no tienen ley
«a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles»
El segundo grupo de personas a los que Pablo se restringió con el fin de ganarles para Cristo Jesús fue el de los gentiles, llamados aquí «los que están sin ley» y también «los débiles«. Pablo aclara que su actitud no es la del antinomianismo, es decir la corriente herética que enseñaba que dado que la Ley no podía salvar, estaba caduca y uno podía vivir como quisiera, dado que la gracia ya nos había salvado. El apóstol Pablo claramente enseñó en la epístola a los romanos: «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:1-2). Lo que Pablo está enseñando es que el voluntariamente dejó de lado los prejuicios raciales que tenían los judíos con respecto a los gentiles, a quienes llamaban «perros» con el fin de alcanzarles con el evangelio de Cristo. El no participaba en los pecados de los gentiles, pero comía con ellos, se hospedaba en sus hogares, les predicaba, trabajaba en el ministerio junto a ellos y les mostraba el amor de Dios. Y cuando en una oportunidad el apóstol Pedro falló al mostrar imparcialidad en el trato a judíos y a gentiles, Pablo lo reprendió duramente: «Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado» (Gálatas 2:11-16)
La motivación de la auto disciplina
«a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él«
En resumen, Pablo se restringió en todo sentido, con los judíos y con los gentiles con el fin de ganar a todos los que pudiera para la causa de Cristo. El mismo enseñó a los creyentes corintios: «No seáis tropiezo ni a los judíos ni a griegos ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32) y lo demostró con su propia vida. Él se auto disciplinó con el objetivo de ser copartícipe (gr. synkoinōnós = juntos en el mismo propósito) del evangelio; porque en el evangelio se nos muestra que «él es nuestra paz, que de ambos pueblos (judíos y gentiles) hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades» (Efesios 2:14-16).
¿Qué es lo que vemos hasta el momento?
Pablo tenía un objetivo claro en su vida: «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5:14-15). El amor de Dios le motivaba a disciplinarse a si mismo para no ser de tropiezo en el evangelio para otras personas, sino que hacía todo lo posible para ganar al mayor número de personas para Cristo Jesús.
2. El modelo de la auto disciplina en los tiempos antiguos (v. 24-25)
«¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible«
En esta segunda sección vamos a ver que el apóstol Pablo no sólo se restringía en el ministerio, sino que también lo hacía en su propio carácter; pero para ello él va a tomar como modelo de la auto disciplina a los deportistas de los tiempos antiguos. En el istmo de Corinto se celebraban los Juegos Istmicos, en los cuales deportistas de la Antigua Grecia se daban cita para demostrar los resultados de su fervoroso entrenamiento. Pablo va a tomar aquí dos deportes como ejemplo de la disciplina que el creyente debe tener en su propia vida, disciplina que le va a permitir no solamente tener un ministerio fructífero y enfocado, sino una vida espiritual sana y creciente, que al final es la base y el sustento de todo ministerio.
El objetivo de la auto disciplina
«¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis»
El apóstol Pablo empieza tomando la figura del atleta corredor para mostrarnos que la auto disciplina, también conocida como dominio propio o templanza tiene un objetivo claro: en el caso del corredor es llegar a la meta y obtener el premio. Los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, dice Pablo, pero solo una se lleva el premio. Por lo tanto, debemos correr de tal forma que aseguremos llegar al primer lugar. Para entender mejor esto tenemos que mirar con detalle cómo se realizaban los Juegos Ístmicos, a los cuales Pablo se está refiriendo aquí. Realizados en honor al dios Poseidón desde el 582 a.C, estos juegos se celebraban cada dos primaveras y congregaban atletas venidos de toda Grecia, los cuales, en la ceremonia de inauguración, juraban sobre el altar de Poseidón que actuarían con respeto a las normas y no emplearían métodos ilícitos para obtener la victoria. El premio era una corona de pino o una rama de apio seca, pero sobretodo la gloria de obtener el primer lugar luego de largos y muy disciplinados entrenamientos a los que se sometían estos atletas. Es en esto en lo que está pensando el apóstol Pablo cuando dice «corran de tal manera que obtengan el premio al primer lugar«. Aplicándolo a la vida diaria del creyente, si queremos lograr el objetivo de la vida cristiana que es obedecer al Señor, hacer su voluntad, servirle en el ministerio que Él nos ha puesto y crecer a la semejanza del Hijo de Dios, necesitamos la disciplina para llegar a la meta y obtener el premio. Una actitud indisciplinada, floja, perezosa causará que no logremos el objetivo de la carrera; y si bien es cierto para un atleta la indisciplina tiene que ver con que no haga sus ejercicios y cuide su alimentación, para el creyente la indisciplina tiene que ver sobre todo con el pecado y dejar que este nos agobie: «Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados» (Hebreos 12:12-15)
La recompensa de la auto disciplina
«Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible«
Ahora, el apóstol toma otra figura también basada en los Juegos Ístmicos: la del atleta luchador. La competición de lucha libre, cuerpo a cuerpo, requería de mucha energía y un fuerte entrenamiento. Los griegos eran expertos en todas las disciplinas físicas, aun así requerían de un concienzudo entrenamiento para poder ganar estas olimpiadas. Es lo que Pablo dice ahora pues declara que todo el que lucha de todo se abstiene. Los atletas griegos con el fin de obtener una corona corruptible, la stefanos, la corona del vencedor; pero nosotros, los creyentes una corona incorruptible. La LBLA traduce esta frase de la siguiente forma: «Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible«. Hay un par de cosas notables en la declaración del apóstol Pablo: la palabra «competir» viene del vocablo griego «agōnízomai» del cual viene nuestra moderna palabra agonía. La palabra «abstiene» viene del vocablo griego «enkrateúomai» que significa «dominio o gobierno de uno mismo» y que es traducido en otros pasajes como dominio propio (1 Corintios 7:9, Hechos 24:25), o templanza (Gálatas 5:23, 2 Pedro 1:6). Así pues, el apóstol Pablo nos está enseñando que la carrera de la vida cristiana es difícil, a veces muy difícil (como una agonía) y que para poder terminarla con bien y llegar al objetivo que es la santidad, el crecimiento espiritual y el cumplir la voluntad de Dios se necesita disciplina, gobierno de uno mismo con el fin de no ceder a nuestra propia carne y deseos pecaminosos, sino ir en pos de la santidad que Dios demanda de nosotros. ¿La recompensa? Una corona incorruptible al que persevera mirando a Jesús, corriendo con paciencia: «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:1-2) y «Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» (Santiago 1:12)
¿Qué es lo que vemos hasta el momento?
El creyente debe ser disciplinado con su propia vida. Así como un atleta se guarda de todo, entrenando fervientemente y con la mira puesta en el galardón que se otorga al primer puesto; de la misma manera el creyente debe tener puesta la mirada en la meta: crecer espiritualmente a la semejanza del Hijo de Dios y hacer en el camino la voluntad de Dios, sirviéndole y amándole. Para ello, debe auto disciplinarse, pues la carrera de la vida cristiana es difícil y requiere el mayor de los esfuerzos.
3. La urgencia de la auto disciplina para ser un siervo aprobado (v. 26-27)
«Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado«
En esta tercera sección vamos a ver el gran riesgo que incurre a quien decide no disciplinarse para ser un buen siervo del Señor. Es posible, por algún tiempo, poder ser capaz de llevar a cabo las labores de la vida y del ministerio cristiano sin una adecuada disciplina de la vida cristiana, pero la Palabra de Dios nos dice claramente que todo lo que está oculto ha de salir a la luz y las pasiones de la carne que batallan en nuestra alma terminarán derrotándonos y sacando a la luz lo peor de nosotros, haciéndonos inútiles y dañando el testimonio de Cristo y del evangelio. Por tanto, el mismo apóstol Pablo es el primero en decir que aplica la auto disciplina a sí mismo para no tener que pasar por semejante vergüenza, que habiendo sido de tanta bendición para otros, el venga a ser desaprobado por Dios como siervo del Señor.
El enfoque de la auto disciplina
«Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre»
Luego de habernos presentado el ejemplo de la disciplina y el esfuerzo en los atletas de los Juegos Ístmicos, el apóstol Pablo nos dice que el mismo, a semejanza de un atleta corredor, corre con un objetivo en mente: «Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios» (Hechos 20:24) y «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3:13-14). De la misma forma, así como un atleta luchador se esforzaba, Pablo también lo hacía, no golpeando al aire, ni a un enemigo fuera de él, sino que reconoce que el mismo, esto es su carne, es su propio enemigo y a su carne es a quien golpea y la pone en servidumbre (la LBLA traduce «golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo«). El enfoque de la auto disciplina del creyente no es en otras personas sino en uno mismo, pues el creyente es responsable de su propia vida espiritual, de su ministerio y de su comunión con el Señor. El apóstol Pablo era muy estricto consigo mismo y esto es así porque la carne batalla todos los días contra el Espíritu. No sólo se trata de un «ascetismo cristiano«, una moralidad superficial por medio de la cual nos restringimos de todo, sino que es una lucha contra la naturaleza carnal, no proveyendo para ella sino viviendo en el poder de Dios: «Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne» (Romanos 13:13-14)
El riesgo de obviar la auto disciplina
«no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado«
El riesgo de no vivir en una actitud disciplinada con nuestro propio ser es que podemos ser desechados, desacreditados y desaprobados por Dios como sus siervos. Es interesante que la auto disciplina que Pablo ejercitaba sobretodo se centraba en su propio cuerpo y esto es así porque el cuerpo es vehículo de nuestro ser inmaterial y debe ser también rendido a la obediencia a Dios, pues es el instrumento por medio del cual obedecemos a Dios o le deshonramos: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia» (Romanos 6:12-13). Es por esto que la preocupación de Pablo es grande: el, a pesar de que era un creyente nacido de nuevo, un servidor del Señor y un apóstol del Señor Jesucristo, era un hombre susceptible de pecar, débil y por ende completamente capaz de desviarse del camino de la vida cristiana sino se mantenía disciplinado y obediente a su Señor. Pablo, que había sido de tanta bendición para muchas personas, entendía que Dios prueba los corazones de sus siervos: «Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones» (1 Tesalonicenses 2:3-4). Un descuido en su vida espiritual y sería el camino para el caos para el apóstol. La LBLA traduce esta frase de la sgte manera «no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado«. La idea aquí es que un creyente que no se discipline a si mismo corre el riesgo de dejarse llevar por su carne y ser descalificado como servidor del Señor, quien prueba los corazones de sus hijos. Esto no habla acerca de perder la salvación, como algunos suelen pensar, sino del peligro de ser examinado y ser encontrado falto, imperfecto, con impurezas y con un corazón no recto delante del Señor.
¿Qué es lo que vemos hasta el momento?
Hay un gran riesgo al no disciplinarnos a nosotros mismos en el camino de la vida cristiana. El riesgo es de quedar descalificados y señalados como imperfectos como servidores del Señor, aun después de que por algún tiempo hayamos sido de bendición para la iglesia del Señor. Esto es así porque el Señor prueba los corazones de sus siervos con el fin de que sean dignos del evangelio que predican. El apóstol Pablo entendía el riesgo que implicaba esto, así como el gran daño que se hace al evangelio de Jesucristo cuando un servidor del Señor cae en pecados groseros, exponiendo a burla al evangelio, solo porque esta persona no cuido su vida espiritual, su comunión con Dios y su santidad.
Conclusiones
La autodisciplina es una virtud y uno de los elementos del carácter cristiano más importante para nuestra eficiencia como hijos y servidores del Señor. No cuidar nuestra propia vida espiritual nos expone a que nuestra naturaleza carnal nos domine y seamos presa de la tentación y del pecado. Un triste ejemplo de esto lo podemos encontrar en la historia de Sansón. Fue llamado por Dios para ser de bendición a su nación, pero sus continuos pecados, su continua desobediencia y su descuido espiritual le condujeron paso a paso hacia la ruina espiritual. En lo último de su historia, este hombre se encuentra con una mujer pagana llamada Dalila quien lo engaña para que el descubra el secreto de su gran fuerza y así pueda ser vencido por sus enemigos: «Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los principales de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero. Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él. Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel. Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado. Entonces los principales de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios y para alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo. Y viéndolo el pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de nosotros. Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón, dijeron: Llamad a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas» (Jueces 16:17-25). La falta de dominio propio de Sansón le llevaron a la debacle espiritual, a la muerte y a que el testimonio del Señor sea burlado delante de los enemigos del Señor. Que este ejemplo nos llame a la reflexión y a la sobriedad con respecto a nuestra propia vida espiritual, no sea que habiendo sido pastores, maestros, evangelistas, siervos del Señor, músicos, etc. nos descuidemos y vengamos a ser avergonzados y descalificados como servidores del Señor.
Amén!